Cecilia

21 de marzo 2024 / Día Mundial de la Poesía

 

«En tus labios se forman palabras desconocidas

y lo invisible gira en torno a ti suavemente.»

Antonio Gamoneda
(Del libro Cecilia)

«La mano de Cecilia», por Esperanza Ortega

Gamoneda, acompañado de su nieta Cecilia, recoge el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana . Archivo rtve.es

[Artículo publicado en el suplemento cultural “La sombra del ciprés”, del diario vallisoletano El Norte de Castilla, el viernes 21 de mayo de 2021, pág. 4]

LA MANO DE CECILIA

Por ESPERANZA ORTEGA

Portada del suplemento La Sombra del Ciprés, 21-5-2021.

¿Quién es esta niña que se acerca con Antonio Gamoneda a recoger el Premio Reina Sofía en 2006? Parece una gacela al lado del hombre cansado que se aferra a su mano diminuta.

La niña era su nieta Cecilia, cuyo nombre había dado título a un libro publicado dos años antes. A Cecilia la había visto yo cuando era un bebé a quien su abuelo Antonio miraba estupefacto, como si se tratara de una aparición que en cualquier momento pudiera disiparse. Así de asombrados dejó a sus críticos la publicación de esta obra, igual que al propio Gamoneda, mientras escribía el libro que parecía serle revelado por la súbita presencia de su nieta, como dice en estos versos: “en tus labios se forman palabras desconocidas / y lo invisible gira en torno a ti suavemente”. Y el mismo contraste que encontramos entonces entre la niña endeble y el anciano corpulento, lo hallamos también entre la claridad de Cecilia y la oscuridad de sus obras anteriores, aunque todas posean la cualidad del resplandor.

Estábamos acostumbrados a que Gamoneda nos estremeciera mientras leíamos Blues castellano o Descripción de la mentira y, en Arden las pérdidas, nos había reducido a rescoldo, entre las brasas de sus versos ardientes. Entonces llega Cecilia y alumbra la oscuridad con su luz encarnada. Si al final de Arden las pérdidas terminaba por arder el lenguaje, Cecilia pasa por encima de esa hoguera; surge de súbito, sin anclaje en el mundo. Cecilia es el diario de una aparición, por eso su entonación es exclamativa, entendiendo la exclamación como aceptación del misterio. Ante una recién nacida no es posible preguntarse sobre la verdad o la mentira, así que el poeta, conmovido, constata lo que sucede, porque Cecilia aún no ha despertado en el sentido platónico, vive el sueño previo al conocimiento y, sin pasado, su presencia comunica con lo intemporal. Dice Gamoneda: “acerqué mis labios a tus manos y tu piel tenía la suavidad de los sueños / algo semejante a la eternidad rozó un instante mis labios”. En Descripción de la mentira había afirmado: “en los establos en los que me envuelve la oscuridad / yo recibo a la muerte y conversamos hasta que lame dulcemente mis labios”. Cecilia ha sustituido el frío de la muerte por el aliento cálido de la eternidad.

En Cecilia, Gamoneda se interna en el espacio del sueño de la recién nacida, cuando las palabras aún no han conformado sus significados pero todo es significativo: el llanto, la caricia, el tacto, la luz… Allí, como el pequeño príncipe de Saint Exupèry, encuentra su flor, la única flor en el desierto del poema. Y perplejo, confiesa: “nunca tuve en mis manos una flor invisible”.

Pero el destino de la niña es el crecimiento y, por tanto, el abandono de su gracia reciente. Ella todavía está allí, aunque su gesto sea desde el principio el de la despedida: “dices adiós en el umbral”. Y Gamoneda, al que siempre han hipnotizado las llamas del abandono, conmemora la emoción del instante de la pérdida: “como música de la que aún permanece el silencio / siento tus manos lejanas de mí / así es / la desaparición y la dulzura”.

En el momento en que la carne se convierte en música, termina Cecilia. El poeta regresa a su armario de sombra, pero antes de hacerlo, se detiene y afirma en su último verso: “eres como una flor ante el abismo, eres mi última flor”. Al escucharlo, nos recorre a sus lectores el mismo escalofrío que nos estremecía en sus libros anteriores.

Me encontré con Cecilia en el IES Núñez de Arce, convertida en una adolescente espigada y despierta, a punto de olvidar a la niña que fue. Esa niña —pensaba para mí cuando la veía sentada en su pupitre— permanecerá para siempre en Cecilia, y su mano pequeña, la misma que guiaba a su abuelo al recoger el Premio Reina Sofía, nos guía en la lectura de Gamoneda, porque, gracias a los versos de Cecilia, es mucho más que la mano de su nieta, es la mano de la poesía.

«Antonio Gamoneda: límites», la tesis doctoral de Carmen Palomo sobre el poeta (2007), en pdf

Carmen Palomo, durante una conferencia.

Antonio Gamoneda: límites, el libro que recoge la tesis doctoral de Carmen Palomo sobre el poeta Antonio Gamoneda, publicado por la Universidad de León en el año 2007, y agotado hace tiempo, ya está en internet, en pdf. La Universidad de León ha tenido a bien subirlo a la Red:

Un poema de «Cecilia» en la antología «Niñez», de Antonio Gamoneda

Temes mis manos

pero a veces sonríes y te extravías en ti misma

y, sin saberlo, extiendes luz en torno a ti

y yo adelanto mis manos y no llego a tocarte; únicamente

acaricio tu luz.

ANTONIO GAMONEDA
(Poema extraído de la página 118 de la antología «Niñez», y que a su vez pertenece al libro «Cecilia»)

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«A LA ESCUCHA» / Un texto de Amelia Gamoneda en la carpeta ‘Extravío en la luz’

Portada de la carpeta "Extravío en la luz", de Antonio Gamoneda.

Portada de la carpeta «Extravío en la luz», de Antonio Gamoneda.

La carpeta Extravío en la luz, de Antonio Gamoneda, fue editada por la Escuela de Arte de Mérida en Marzo de 2008, con motivo del 75 aniversario del centro, en la preciosa colección que coordina el pintor Javier Fernández de Molina.

La carpeta incluye:

  • Un preámbulo con dos textos de la hija del poeta, AMELIA GAMONEDA –el que aquí transcribimos, ‘A la escucha’, y el titulado ‘Entre memorias’–.
  • 17 grabados del poeta y artista JUAN CARLOS MESTRE.
  • Seis poemas de ANTONIO GAMONEDA.

A LA ESCUCHA

Por AMELIA GAMONEDA

Quiere el uso que no haya consanguinidad ni parentesco entre presentador y presentado, o entre crítico y poeta, o entre exégeta y artista. La precaución, ya se sabe, tiene que ver con un prurito de objetividad que se deduce –supuestamente– de la distancia biológica o de la falta de una relación socialmente contratada entre ambos. Me pregunto si dicha distancia ha de ser también considerada indispensable para el caso básico del autor y su lector. Y lo hago, naturalmente, para llevar a un extremo algo ridículo todas estas prevenciones: sólo faltaba que yo no pudiera ser lectora de mi padre.

En realidad, la objetividad no es tan deseable. En la lectura de la obra de alguien o en su presentación o incluso en su estudio crítico, no son particularmente malvenidas las notas que delatan el conocimiento intenso o íntimo del autor, como tampoco se desdeñan las implicaciones afectivas confesadas que uno pueda tener con él o con su escritura. Esto hace tolerable e incluso conveniente que el oficio de presentador lo desempeñe un amigo del escritor, y no explica que siga pesando una inhabilitación para este cargo sobre quien posee vínculos amorosos o de parentesco; sólo queda pues una causa para este interdicto, y se llama pudor.

¿Qué pudor? El que nace de un equívoco: se supone que el consanguíneo o el vinculado por el afecto amoroso va a exhibir una intimidad desvinculada de la escritura, se supone que va a sentarse en la mesa de presentación como quien se sienta en el plató de un programa del corazón. Es mucho suponer. Más justo será reconocerle la mejor de las opciones, esto es: la de saber implicar el conocimiento de lo íntimo en su lectura de la obra del poeta. Acogiéndome a este supuesto, no voy a presentarles a mi padre, Antonio Gamoneda, voy a presentarles al poeta Antonio Gamoneda, que resulta que es mi padre.

Podría decir, en tono de chiste, que conozco a este poeta desde que nací, pero no es verdad: conocí entonces a la persona, pero al poeta no lo conocí hasta mi adolescencia, justo cuando él renacía como poeta, después de guardar silencio durante 500 semanas.

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Discurso de ANTONIO GAMONEDA al recibir el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2006)

[Reproducimos el discurso con el que Antonio Gamoneda recogió el XV premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en el Palacio Real de Madrid, el 30 de noviembre de 2006, acompañado por su nieta Cecilia.

En el archivo de rtve.es se puede ver y escuchar un reportaje sobre el poeta con motivo de la entrega del galardón.]

Archivo rtve.es

Archivo rtve.es

EN EL AMOR A LA VIDA

Majestad.

Excelentísimo Señor Presidente del Patrimonio Nacional, Excelentísimo y Magnífico Señor Rector de la Universidad de Salamanca, señoras, señores, amigas, amigos.

Nunca me atreví a pensar que recibiría de manos de la Reina de España el reconocimiento de mi trabajo poético, de mi muy largo medio siglo de trabajo poético. Hoy es, pues, para mí, un día feliz y, simultáneamente, sorprendente.

Sobre la condición de sorpresa basta con lo que tengo ya dicho: nunca me atreví a pensar en esta circunstancia. Sobre la felicidad temporal que el hecho me proporciona, algo tengo que añadir.

Es cierto que mi escritura, que intenta –no sé si lo consigue– tener o un poco o nada que ver con la ficción y sí desprenderse de mí y comportarse como una emanación de mi realidad existencial, está mayoritariamente concebida en la perspectiva de la muerte, y esto lo digo aceptando con humildad la opinión de la crítica, porque yo, limitado a mi propia y única autoconsideración, no sé llegar a ésta ni a otras muchas conclusiones sobre la significación final de mi poesía.

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«Antonio Gamoneda: límites», una tesis doctoral de Carmen Palomo (2007)

Carmen Palomo, autora de una tesis sobre Gamoneda.

Carmen Palomo, autora de una tesis sobre Gamoneda.

[El siguiente texto constituye el apartado final del libro Antonio Gamoneda: límites, publicado por la Universidad de León en el año 2007. El libro recoge la mayor parte del contenido de la tesis doctoral de Carmen Palomo sobre el poeta Antonio Gamoneda.]

CONCLUSIONES:

Por CARMEN PALOMO

A lo largo de la lectoescritura hemos ido anotando las reflexiones que nuestra amplia selección de textos de Antonio Gamoneda nos han sugerido. Ha sido un recorrido guiado por ciertas premisas y sembrado de hallazgos. Es el momento de la recopilación, de explicitar las inferencias y ordenar la dispersión de datos y apreciaciones, partiendo de los cuatro grandes apartados de los que hablábamos en los preliminares.

Nuestra aproximación a Blues castellano, como primera obra de madurez del autor, nos ha posibilitado un repaso a los antecedentes biográficos, intelectuales, ideológicos y éticos que, creemos, sustentan toda la escritura posterior de Antonio Gamoneda. Al mismo tiempo, la revisión de ciertos tópicos comúnmente establecidos por el discurso crítico —la pertenencia generacional, la poesía social, el peso y el modo del compromiso como testimonio histórico…— nos ha permitido ubicar al autor con relación a sus coetáneos para arribar a una comprensión más exacta de las raíces de su marginalidad poética.

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Un poema del libro ‘Cecilia’

Cecilia, nieta del poeta. Foto: Fernando Sanz-Santacruz.

Cecilia, nieta del poeta. Foto: Fernando Sanz-Santacruz.

Yo estaré en tu pensamiento, no seré más que una sombra imprecisa;

habré existido en un instante en que la alegría y la piedad ardían en tus ojos.

Pero también quiero permanecer desconocido en ti.

Desconocido. Simplemente envuelto en tu felicidad.

Tú distraída en tu luz y yo apenas viviente en ella, y así, imperceptiblemente amado, esperar la desaparición.

Aunque quizá estamos ya separados por un hilo de sombra y cada uno está en su propia luz

y la mía es la que tú vas abandonando.

ANTONIO GAMONEDA
(Del libro ‘Cecilia’)

Noticia biográfica de ANTONIO GAMONEDA LOBÓN

Antonio Gamoneda. © Fotografía: Fernando Sanz-Santacruz.

Antonio Gamoneda. © Fotografía: Fernando Sanz-Santacruz.

Antonio Gamoneda nació en Oviedo en 1931. A los tres años, ya huérfano de padre (de su mismo nombre, poeta en la órbita del modernismo que publicó un solo libro, ‘Otra más alta vida’, en 1919), se trasladó con su madre, Amelia Lobón, a León, única ciudad en la que ha querido vivir, primero en el principal barrio obrero –y campesino– de la ciudad, que siguen llamando de El Crucero. Para sus ojos infantiles el barrio fue un observatorio “privilegiado” de la represión llevada a cabo por los nacionales durante la guerra civil y la inmediata posguerra.

Pasó fugazmente por la enseñanza primaria en la escuela pública, y cumplidos los diez años y viviendo ya en una zona más céntrica, empezó a cursar, gratuitamente, el bachillerato en un colegio religioso del que se autoexpulsó antes de terminar el tercer curso.

Al día siguiente de cumplir catorce años empezó a trabajar como meritorio y recadero en el hoy extinguido Banco Mercantil. Permaneció en la condición de empleado de banca, atravesando distintas categorías, durante veinticuatro años.

Desde los diecisiete, estuvo en la política clandestina hasta los días de la llamada Transición, sufriendo la desaparición –asesinato, suicidio, accidentes, locura, envilecimiento– de la práctica totalidad de los compañeros de grupo.

Mantuvo relación amistosa, sin ser parte del equipo, con los poetas editores de las revistas “Espadaña” y “Claraboya”. El poema más antiguo que conserva fechado es de 1947.

Mª Ángeles Lanza, esposa del poeta, con sus hijas Ana, Ángeles y Amelia (hacia 1978).

Mª Ángeles Lanza, esposa del poeta, con sus hijas Ana, Ángeles y Amelia (hacia 1978).

Terminó “por libre” los estudios medios. En 1960 se casó con María Ángeles Lanza (tiene tres hijas y una nieta: Amelia, Ana, Ángeles y Cecilia).

Antonio Gamoneda hacia 1965. Foto: José Núñez Larraz.

Antonio Gamoneda hacia 1965. Foto: José Núñez Larraz.

En 1969, abandonó la banca privada y pasó a crear y dirigir los servicios culturales de la Diputación Provincial. La tarea no era fácil, intentaba hacer una cultura progresista con el dinero de la dictadura. Fue privado de su condición de funcionario, y posteriormente recontratado, mediando sentencia judicial.

Desde 1979 hasta su jubilación en 1991, fue director gerente de la Fundación Sierra-Pambley, creada en 1887, impulsada por Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Manuel Bartolomé Cossío, como una especie de apéndice de la Institución Libre de Enseñanza orientado a la educación de campesinos y obreros. De esta fundación ha sido, hasta hace unos años, miembro del Patronato.

De poesía ha publicado hasta ahora unos diecisiete libros. Buena parte de ellos ha sido traducida a distintos idiomas (francés, portugués, sueco, árabe, hebreo, neerlandés…). Ha participado, con lecturas, poemas y conferencias, en cursos y encuentros de instituciones y universidades de toda España y países de Europa, América, África y Asia.

Una fotos del 23 de abril de 2007, día en que el poeta recogió el Premio Cervantes.

Una fotos del 23 de abril de 2007, día en que el poeta recogió el Premio Cervantes.

En 1985 fue Premio Castilla y León por la escritura realizada hasta la fecha; en 1988, Premio Nacional de Literatura por su libro ‘Edad’; posteriormente, Premio de Literatura de la Comunidad de Madrid 2005; Prix Européen de Littérature 2006; Premio Reina Sofía de Literatura Iberoamericana 2006 y Premio Cervantes 2006, por el conjunto de su obra en estos cuatro últimos casos. En 2009 recibió el Premio Quijote de las Letras Españolas.

Honoris Causa por la Universidad de León, año 2000 (en la foto, con Antonio Pereira).

Honoris Causa por la Universidad de León, año 2000 (en la foto, con Antonio Pereira).

Se le ha concedido también la Medalla de Oro de la ciudad de Pau, la Medalla de Plata del Principado de Asturias, el Premio Leteo, la Medalla de Oro de la Provincia de León y la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, entre otros reconocimientos. También es Hijo Adoptivo de León y de Villafranca del Bierzo.

Es Doctor Honoris Causa por la Universidad de León, por la Universidad Autónoma de Santo Domingo-Primada de América (República Dominicana), por la Universidad Autónoma del Estado de México, por la Universidad Babeș-Bolyai de Cluj-Napoca (Rumanía) y por la Universidad César Vallejo (Perú).

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