1978

‘Descripción de la mentira’ / «Pequeñas cosas sobre un libro grande», por Antonio Pereira (1978)

PEQUEÑAS NOTICIAS SOBRE UN LIBRO GRANDE

Por ANTONIO PEREIRA
(Artículo publicado en el diario La Hora Leonesa, el 15 de marzo de 1978)

Hace ya varias semanas que el último (por ahora) poemario de Gamoneda, ha alcanzado ese gozo del alumbramiento que es –que sigue siéndolo, por encima de cualquier otro modo de divulgación– su salida de las máquinas de imprimir. Yo he tenido en las manos el fruto palpable, lo tengo ahora mismo con esa sensualidad que nos transfieren siempre las páginas nuevas, todavía olorosas al oficio que más ha hecho por la comunicación entre los hombres. Pero no olvido otras gratificaciones previas: la de haber conocido, no diré que por azar, puesto que las amistades profundas dejan escaso margen a la casualidad, las holandesas manuscritas o mecanografiadas que el poeta iba produciendo como resultado de una necesidad implacable, y el acto de coser, grapar las hojas sueltas e inéditas, uno de los instantes más temblorosos –y que no recuerdo haber visto glosado por nadie– del largo y desasistido proceso de la creación literaria…

Como no podía ser menos, las primeras resonancias han comenzado a levantarse en León y fuera de León. Merece retenerse la de quien ha escrito en su comentario periodístico que sí, que está muy bien remover las aguas de la poesía, nunca aquietadas del todo; pero que justamente la salida de un libro como «Descripción de la mentira» debiera aceptarse como ocasión obligatoria para estudios con vocación de hondura y permanencia. También a mí, el largo y tendido poema de Gamoneda (rectifico aquí lo de poemario) me parece materia suficiente e incluso generosa para el análisis. Su estructura y su aliento, la profundidad de sus vetas y la sugestión del lenguaje, las plurales posibilidades de lectura… todo deja sospechar que nos encontramos ante uno de esos textos que en la brevedad de su extensión contienen la llamada a elucidaciones mucho más amplias que ellos mismos.

Pero ya me urge decir una cosa: que yo no voy a ensayar esa tarea. O menos irreversiblemente, que no voy a acometerla ahora. León está presenciando en estos momentos una atención profesoral y estudiosa hacia su propia literatura, gracias a gente especializada en una crítica moderna. Lo mío, en cambio, lo que a mí me ocupa es dejar constancia de una adhesión personal y poética, trazada mayormente sobre la anécdota: que en negocios de amistad, me parece apenas separable de la categoría…

El 11 de junio de 1976 –por ejemplo–, viernes, larguísima sobremesa en Los Candiles. Antonio sabe escuchar, escucha pudorosamente recatado detrás del humo de su pipa. Hay que declararse con sinceridad, de siempre y en común nos hemos prohibido la medicina complaciente. Yo le reconozco desde luego a su manuscrito, una fascinación y una potencia verbal (dentro de la contención) que casi, de tanta hermosura, se hacen sospechosas. Y como lector un recelo de que se nos esté intentando «embaucar» con la palabra. (Bueno, ahí está Borges que asevera: «Todo escritor es un embaucador»). Una dificultad para penetrar a primera sangre en sus zonas oscuras, que se presentan al hilo de cualquier fragmento… Pero también, y como colofón, el dar a la caza alcance en la final claridad de «Descripción de la mentira» –para mí es la declaración agónica de una deserción temporal, de la que el poeta regresa gracias a un ejercicio de reencuentro consigo mismo, y en él se reconcilia…–, que todavía no se llamaba «Descripción de la mentira».

El lunes 20 de diciembre de 1976, en el Palomo. (Son las ventajas de mi diario maniático, minucioso). El libro iba a llamarse, se llamaba ya en su existencia intrauterina y secreta: «Profundidad de la mentira», pero al autor lo desazonaba ese algo pretenciosamente trascendente a que remite profundidad… Había, las hay siempre, un abanico de posibilidades. Pero también, como siempre, el convencimiento de que sólo una de ellas es la buena.

Tratábamos de hablar de otras cosas pero era inútil, el poeta maquinaba en lo suyo, más espeso de cejas que nunca, apurando alejadamente el vino de la costumbre. De repente se dio una palmada en la frente: «¡Lo tengo!». Me hizo recordar que había él manejado «Profundidad de la mentira» y «Descripción del silencio»… Estaba claro: ¡DESCRIPCION DE LA MENTIRA! Levantamos los vasos alegremente, sin ceremonia. En paz.

Para terminar, y porque estas notas se escriben en León, podría subrayarse lo leonés del libro. Precisamente un libro que desde su planteamiento hasta su culminación se vuelve hacia lo universal de la poesía y del hombre. Arrancando del signo editorial de la colección «Provincia» para rematar en la datación en León y Boñar, señales respetables, pero en la condición de lo accesorio, el poema transcurre por caminos a cuyo reconocimiento basta una lectura atenta. (No una lectura denodada, como alguien pudiera pensar a primera vista). Árboles esbeltos, urces, sombra azul distribuida en sernas y el ganado de vientre pisando sobre la nieve. Pero también el paisaje urbano, con hombres de la ciudad en donde acaso podamos reconocernos. Por ejemplo, en estos claroscuros fragmentos:

Tu serenidad era la servidora del desprecio. Como a animales sosegados, hartos de indiferencia, nos conducías a la frecuentación de los notables y a las acacias inmóviles sobre la oscuridad del río.

Tu suavidad purpúrea y tu murmuración eran dóciles.
Te detenías bajo las lámparas y los insectos blancos aparecían sobre ti…

Con las inmensas libertades que el poeta recaba para la transmutación de la realidad cotidiana en pura sustancia poética: ¿Sería descabellado pensar –sentir– al fondo de los versículos la figura de Antonio de Lama?

Ernesto Escapa sobre ‘Descripción de la mentira’ de Gamoneda / «Crónica de un estrago moral» (1978)

Reseña de ‘Descripción de la mentira’ de Ernesto Escapa, publicada en 1978.

«DESCRIPCIÓN DE LA MENTIRA», DE ANTONIO GAMONEDA

CRÓNICA DE UN ESTRAGO MORAL

Por ERNESTO ESCAPA
[Artículo-reseña publicado en la pág. 4 de INFORMACIONES de las ARTES y las LETRAS, el 5 de octubre de 1978]

«¿Recordáis a Don Quijote vencido, camino de su aldea, cuando, durmiendo en el campo, una piara de cerdos le pasa por encima? Nunca busco en Don Quijote más de lo que Cervantes dice; pero, a pesar mío, veo ahí una imagen de lo que con el poeta hacen los críticos». (Luis Cernuda)

Ernesto Escapa.

A nadie puede extrañar que mi comentario se inicie con una señal de alerta hacia el descuido con que la crítica ha dejado pasar este libro auténticamente excepcional. Ya se entiende que esta circunstancia no constituye ninguna condena, sino el mejor aval para acercarse a cualquier lectura realmente «nueva». En este sentido, la historia de la literatura es una dama lo suficientemente vetusta como para ahorrarnos mayores explicaciones. En todo caso, y aunque la cuestión no deje de ser puramente doméstica, ofrece evidente interés semejante puntualización, porque la razón última de ese descuido radica en la propia condición innovadora del libro. Se trata de un vasto poema cuya originalidad pone en entredicho al intermediario habitual y exige del crítico una lectura activa, sin anteojeras, una respuesta de lector inquieto. ¡Algo tan difícil!

Descripción de la mentira*  se instala, con voluntad de transgresión, en las siempre inciertas fronteras entre la lírica y la épica. Integrado en esta corriente —galvanizadora, de una parte, de la mejor poesía contemporánea e insólita entre nosotros, fuera de las tentativas de Cernuda—, cuyas indagaciones pugnan por establecer un nuevo formato de poesía narrativa, el libro de Gamoneda se revela como testimonio de una perplejidad colectiva, vehiculando, en toda su diversidad y riqueza, algunas de las conjeturas morales más acuciantes de nuestro tiempo.

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