* Reseñas

«León de la mirada» / Una reseña de Julio Llamazares en ‘Ceranda’ (1980)

Esta reseña del libro León de la mirada de Antonio Gamoneda, firmada por J. A. Ll. (iniciales que se corresponden con el escritor leonés Julio Llamazares) se publicó en el desaparecido semanario leonés Ceranda (1-17 de febrero de 1980).

Portada del libro.

Sobre la antología personal ‘Atravesando olvido’, de Gamoneda, por José María Espinasa en ‘Letras Libres’ (2004)

José María Espinasa publicó en junio de 2004 en la revista Letras Libres el artículo titulado «Cinco decenios adentrándose afuera», sobre la antología personal Atravesando olvido [1947-2002] (Ed. Aldus, México, 2004), de Antonio Gamoneda.

Cinco decenios adentrándose afuera

Por JOSÉ MARÍA ESPINASA

Hace unos meses la editorial Tusquets puso en circulación, desde Barcelona, el volumen Arden las pérdidas, el más reciente libro de Antonio Gamoneda (1931), una de las voces más importantes de la actual lírica hispánica, pero es probable que la presencia del libro apenas fuera advertida en México por lectores atentos que siguen la actualidad literaria. Es tal la desconexión entre lectores de ambos países que aquellos nombres que ocupan un lugar sobresaliente en un lugar son desconocidos en el otro y a la inversa, y éste es el primer libro de Gamoneda con circulación en México. Por eso es importante ahora la aparición de Atravesando olvido (1947-2002), una antología personal que lo sitúa en su trayectoria de ya más de cincuenta años como poeta. Tal vez la insistencia editorial —vale la pena, la verdad— lo vuelva un poeta conocido entre nosotros.

Gamoneda pertenece a esa generación que vivió la guerra en la niñez y en la que la violencia permaneció presente muchas décadas después y tal vez no desaparezca nunca. No se trata de un poeta cuya revelación fuera fulgurante desde sus primeros libros, sino que se fue asentando en el gusto del lector, mientras trabajaba en su tono personal sin dejarse llevar por las modas del momento. Lejano del ritmo histriónico de algunos poetas de su edad, desde el principio mostró una voluntad de concentración que poco a poco lo fue llevando a una dicción esencializada y al encuentro de una transparencia asombrosa que acentúa su densidad.

Vistos retrospectivamente, los libros de los años cincuenta y sesenta, de los cuales Atravesando olvido trae algunas muestras, son a la vez un aprendizaje y un señalamiento del tono que se volvería más evidente en libros futuros. La importancia que tuvo en aquellas décadas la circunstancia de la dictadura franquista y el dolor de la posguerra hizo que los poetas se dirigieran sobre todo a una exterioridad colectiva, mientras que Gamoneda decidió interiorizar el sentido, hablarse a sí mismo para poder así hablar a cada uno. Cuando el tiempo transformó el contexto, las virtudes de Gamoneda empezaron a mostrarse con más firmeza ante sus lectores. La publicación, en 1988, de su poesía reunida bajo el significativo título de Edad —que incluye el notable Blues castellano de 1966— le dio el lugar que se merecía y le permitió evolucionar hacia libros más arriesgados y singulares.

Lo ocurrido en esa evolución sólo es comparable a lo que sucedió con José Ángel Valente después de la publicación de Punto cero. Cada libro que Gamoneda publicaba se volvía una pieza clave de la poesía hispánica —Libro del frío (1992), Libro de los venenos (1995) y en 2003 Arden las pérdidas—, mientras que el reconocimiento de la crítica y el número de sus lectores en la Península crecía. Atravesando olvido es una notable introducción a su obra para el lector mexicano, perfilada por la selección del propio autor, con prólogo de Eduardo Milán, y un apéndice que incluye una conversación con Gamoneda y un texto (muy bueno) de él mismo reflexionando sobre su labor.

(más…)

Reseñas literarias de Gamoneda / «Cancionero de Sagres», de Antonio Pereira (1970)

«Cancionero de Sagres», de Antonio Pereira

Por ANTONIO GAMONEDA
[Artículo publicado en la revista Tierras de León, nº XI; Diputación de León, junio 1970]

Desde las mismas titulaciones —»Del monte y los caminos», «El regreso», fueron las anteriores— se comprueba una especie de voluntad viajera. «Cancionero de Sagres» (Col. Arbole, Ed. Oriens. Madrid, 1969) reitera esta voluntad con una, en cierta medida, orientación exótica. Si partimos de esta advertencia es para considerar lo que nos parece una constante significativa en la poesía de Pereira. Hay una operación por la que Pereira hace de su comprobación de la tierra extensa, de su paisaje humano, una manera de afirmación y encuentro consigo mismo:

«Y nadie podrá decirme,
nadie,
que voy perdido».

El largo repaso de la tierra se hace curso poético; paralelamente, movimiento y mirada hacia fuera; posteriormente, interiorización. Con esta última viene un arrastre de percepciones inquietantes. Ocurre que, en «Cancionero de Sagres», los hombres —los portugueses— «van o vienen / bajo el sol que los hace viejos»; «andan / eternamente y sin remedio», y el lirismo madurado, voluntario, de Pereira oscurece su serenidad. El «paisaje con hombres» se transcribe, en ocasiones, con una suavidad cuestionada por la verificación amarga. Entonces, la lírica de Pereira es una lírica amenazada. No sé si este matiz está suficientemente advertido por la crítica.

Las tres divisiones del libro —»Paisaje con hombres», «Espejo entre dos luces», «Punta de Sagres»— conciertan en esta dualidad contradictoria y fértil: el gozo (Pereira usa en alguna ocasión esta misma palabra) del descubrimiento hermoso y el gozo formal del poema se contrastan con el dato doloroso. Ocurre que este dato suele corresponder a un mal que nosotros llamaríamos histórico, y una peculiaridad de Pereira es la posterior referencia de este dolor histórico a un consuelo no histórico, a una «solución pacífica» imaginada, creada por el deseo, por la decisión defensiva de articular un remedio, aunque este remedio no sea, fuera del poeta y el poema, tan verificable como la dolencia. Si vamos, por ejemplo, sobre el poema «Lo digo por Antonio de Lama», encontraremos, utilizando una fragmentación respetuosa con el sentido, una especie de demostración. Dice:

«Pienso que estás pensándome, esperándome»

y después se extiende en la referencia consoladora, preservadora, afirmándola hasta el rechazo de posibilidad distinta:

«Quién se echaría al campo una mañana
si no supiera que alguien le defiende
y qué valiera todo cuanto amo
a este país de rosas y quebranto
sin otro corazón con quien partirlo»

Creemos que está claro el mecanismo: existe el dato de la muerte (histórica) de Antonio de Lama; este dato existe y amenaza; Pereira restablece el equilibrio con otro, estrictamente poético (subjetivo, deseado, imaginado), negación del anterior. La resolución, al acto de referencia de lo doloroso histórico a lo consolador imaginado, es decir, a una «realidad» interior, proporcionada por la voluntad del poeta, es el movimiento con que Pereira retorna de su percepción, de su comprobación objetiva, al campo «irremediablemente subjetivo» (este entrecomillado corresponde a una expresión de Sartre). Pereira defiende, por así decirlo, su fundamental actitud de lírico. De ésta que es, quizá, la obligada y más difícil aventura de la poesía contemporánea, aventura en la que puede ser quebrada hasta la misma naturaleza poética, resulta y permanece una suma finalmente serena, una cadencia sin fisuras, íntimamente coherente, vigilada en su circunscripción lírica, problematizada en el nivel emocional y sólo hasta el punto en que, aunque amenazada, aún no se quiebra la deliberada armonía del acto poético. Resta decir que, en nuestro criterio, esto no se logra si no es disponiendo de un exquisito tacto instrumental, de una afinación practicable, únicamente, en la plena posesión de una voz personalísima.

Gamoneda, faro y guía: «En poesía todo es símbolo»

El profesor y crítico literario leonés Alfonso García dedica un pequeño artículo a Antonio Gamoneda en el suplemento dominical El Filandón, de Diario de León, del 26 de marzo de 2023, en el que reseña el monográfico que le dedica la revista Turia.

Eduardo Moga reseña ‘Libro del frío’ de Gamoneda

Haz un click para ir al blog de Eduardo Moga…

Por EDUARDO MOGA
Publicado en su blog ‘Corónicas de Españia’, el 21-1-2023

Galaxia Gutenberg sigue recuperando títulos esenciales de la poesía española contemporánea. A finales del año pasado, publicó Libro del frío, de Antonio Gamoneda, un poemario —de 1992— en el que el mejor poeta español vivo, y uno de los mejores del último medio siglo, cuenta su hospitalización por una grave enfermedad (es decir, lo que la hospitalización le hizo sentir: lo que le permitió ver, tanto en un presente adolorido como en un pasado cuya recuerdo tiene mucho del madero al que se aferra el náufrago para no ahogarse) con un estilo ferozmente sintético, en el que la introspección convive sin dificultad con la fabulación y la metáfora.

El carácter sintético del libro se refleja en unos poemas casi siempre muy breves —solo algunos de la sección “Sábado”, de las seis que tiene el poemario, desmienten esa brevedad—, fragmentarios y versiculares. Gamoneda vuelve a conjugar en Libro del frío un poso de sentimientos sombríos —el peso de la enfermedad, la cercanía de la muerte, la levedad del tiempo que nos corresponde, la fragilidad existencial— con un verbo encendido, a veces hasta exaltado, siempre sensual y, aunque enredado en tinieblas, polícromo, simbólico y figurativo a la vez. Otro gran poeta, Tomás Sánchez Santiago, firma un prólogo, como la palabra de Gamoneda, luminoso. En él describe Libro del frío como “un relato despedazado y sobrecogedor al que uno asistía atónito, con la conciencia erizada y los sentidos afilados hasta lo insoportable”.  Esto dice un poema de la sección “Pavana impura”:

Busco tu piel inconfesable, tu piel unida por la tristeza de las serpientes; distingo tus asuntos invisibles, el rastro frío del corazón.

Hubiera visto tu cinta ensangrentado, tu llanto entre cristales y no tu llama amarilla,

pero mi sueño vive debajo de tus párpados.

«En el jardín invisible» / Jorge de Arco reseña ‘Libro del frío’ de Gamoneda

Haz un click para leer la reseña de Jorge de Arco sobre Libro del frío de Antonio Gamoneda, publicada en el diario digital Viva Jerez el 16-1-2023.

«El libro del frío, de Antonio Gamoneda (Ed. Galaxia Gutenberg)», por Luis Artigue

Por LUIS ARTIGUE
[Artículo publicado en El Taquígrafo, el 9 de enero de 2023)

La noche, como las calles estrechas, promueve el amor y la delincuencia en la misma medida.

De modo semejante, el frío (ahora que estoy en León “en una casa que estuvo dedicada a la labranza y a la muerte” y celebrando familiarmente, familiarmente pero sin mi madre ya muerta, la Navidad, o celebrando lo que en la Navidad hay de sagrado, de la magia de lo repetido, y, por decirlo con T. S. Elliot, de la importancia que para la civilización tienen las formas), he de decir que, en invierno, el universal frío de León es un atávico generador de poesía.

Y lo es no sólo porque el frío constituye una eterna invitación al recogimiento, y al intimismo, y al reconocimiento tácito de que “bajo las águilas silenciosas la inmensidad carece de significado”. También porque tal frío promueve la adicción a los abrazos y al orujo en la misma medida…

“He llegado, por fin; éste no es mi lugar pero he llegado”.

Y sí, el frío de León ahuyenta a los exhibicionistas como bien nos enseña el recién reeditado Libro del frío de Antonio Gamoneda (Ed. Galaxia Gutenberg).

De hecho aquí soy hoy “el vigilante de la nieve” por eso; porque el universal frío de León hace de nuestra piel corteza de roble; este frío duro y vivificante que convierte a los niños en hombres y a las heridas en cicatrices, el cual me hace confesar que –por decirlo con el título de otro hermoso poemario de Julio Llamazares– son “memoria de la nieve” mis raíces, mi infancia y toda mi adolescencia. Y por eso, ahora, en Navidad, hace un frío que pela porque se te echa mucho de menos, vieja, y necesito mucho por tanto la poesía para que te regrese (gracias, oh Antonio Gamoneda, capitán, mi capitán)…

¡Cuando la nieve empezó a cuajar tú apareciste!

Gracias a este lírico frío reconozco que, como por influencia eterna del Libro del frío  de Antonio Gamoneda (en la reedición de la editorial Galaxia Gutemberg el libro es el mismo de otras veces, no está rescrito ni retocado tal y como este autor acostumbra en cada redición de su obra, sí, es el mismo de otras navidades, pero no te pierdas el iluminador prólogo del estudioso Tomás Sánchez Santiago), a veces el mundo interior y el mundo exterior se reúnen dentro de mí y se hacen poesía: todo para celebrar con gratitud eterna la ausencia latente de mi madre en esta casa y esta calle en la que “una vecina lava la ropa fúnebre, y sus brazos son blancos entre la noche y el agua”.

Y es que la poesía (me refiero a la poesía vivísima que, como la ideología, llena las calles de violencia y conciencia) tiene como uno de sus principios precisamente ése: un ser humano perdido en los misterios de su cuerpo es el poeta; un ser humano a la intemperie haciendo frente al frío de la existencia al propiciar con su escritura la reunión de las conciencias y el no menos decisivo encuentro de los cuerpos “y su gemido entre los restos de la música”…

Gamoneda en Diario de León: «Reescribiré todo lo que pueda»

Por PACHO RODRÍGUEZ
Publicado en Diario de León el 20 de diciembre de 2022

Hay una reunión en León tan secreta que sus participantes, conscientes de ello, la hacen sin esconderse, a la vista de todos, de día y al calor del vino de la lucidez. Como un reincidente, se trata de ir con complejo de intruso, como aquella vez al Café Gijón a ver a Manuel Vicent tal cual se saluda a un delantero centro de la literatura. Pero esa es otra historia. ¿Quién no lo ha hecho cuando la magia de leer a alguien es un arrebato? Hay veces que sería pecado no pecar y hay que ir. Aquí, el delantero centro con olfato goleador y saboreador es el poeta Gamoneda. Controla y dispara con precisión. Se entra por la rendija de la generosidad de los demás participantes y se llega al lugar exacto. Ahí están Antonio Gamoneda y Alejandro Vargas. Solos o en compañía de otros.

Libro del frío cumple 30 años y Galaxia Gutenberg lo celebra con una reedición acompañada por un prólogo de Tomás Sánchez Santiago. Y ahí están los versos eternos de este libro clave en la trayectoria del poeta nacido en Oviedo en 1931. Deslumbrantes: Hubo un tiempo en que mis únicas pasiones eran la pobreza y la lluvia. / Ahora advierto la pureza de los límites y mi pasión no existiría si supiese su nombre.

Cumple años este libro en estos tiempos en los que si lo que ha pasado no ocurrió hace 30 es que pasó antes. Pero hay en Gamoneda algo que avanza desde el matiz. Presenta Galaxia la nueva publicación: Libro del frío. Y localiza el tiempo: 1986-1992, 1998, 2004 y 2016. Y surge entonces un Antonio Gamoneda que, ante la pregunta de cómo recordaba el libro, ayer mismo decía: «Yo no he sido de releerme. Pero ahora estoy empezando a releerme. Releerme para reescribirme», anuncia. «Y aunque no tenga ninguna prisa por irme, os voy a dejar un barullo…», remata. «Que casi no se sepa por dónde tirar», sentencia.

Como eche la vista (en este caso la lectura) atrás, hay material de tanta potencia que le resultará fácil acertar pero difícil elegir. Aún así, asegura Gamoneda que «reescribiré todo lo que pueda. Inédito, escrito y reescrito», añade, como si deseara ejercer una mirada panorámica en donde se intuye que más que un reordenar su obra se trata de alcanzar la coherencia del tiempo y el yo.

Porque cuestiona el autor de Edad, Sublevación Inmóvil o Blues castellano: «¿Qué tienes que ver con el que eras hace 35 años? ¿Por qué exigirle a tus obras lo que no eres capaz de sostener cuando el tiempo ha pasado?», se pregunta y, por supuesto, la respuesta queda en el viento de la propia intención de Antonio Gamoneda como cosa suya. Asunto suyo será: «Yo he dejado de ser yo y empezado a ser otro tantas veces…», asegura.

Tal vez, cuestionar el porvenir tenga en el pasado la mejor materia prima, pero en el caso del Antonio Gamoneda vital, el de ayer, la mejor fórmula está en el presente. Porque no olvidemos que esto era una reunión secreta a voces calmadas. Vega, Escobar, Amancio, Artigue… artífices también de esta fusión generacional. Un lugar privado para aprender cosas serias: «El orden es este: El vigilante de la nieve, la tortilla y el taxi». Será cuestión de poner en su lugar las prioridades para encontrar a día de hoy a un pletórico poeta Antonio Gamoneda en su edad. Presentarlo así con el optimismo de quien cultiva la curiosidad y la amistad. Un premio Cervantes, el más alto de las letras españolas, que aún prefiere la alfombra real de las calles de León.

:: En palabras de Sánchez Santiago

‘Esto era el destino: llegar al borde y tener miedo de la quietud del agua’. Destino, borde, quietud… A la creciente perturbación de una lectura sostenida en un itinerario de dolorosa vehemencia se une, seguramente sin sospecharlo el poeta, una de difícil serenidad que también ha de empañar a quien ha sentido mientras leía una de esas experiencias que nos revelan a la vez nuestra fragilidad insoportable y la fortaleza que pasa por aceptarnos irremediablemente como criaturas intermedias, suspendidas entre el absoluto de dos vacíos sin nombre. Así volví a sentirme treinta años después, restregado el corazón de nuevo contra este relato nebuloso y atroz y de erizada hermosura que es ‘Libro del frío’. En él, alguien sigue avanzando con sigilo hacia una luz final sin desprenderse de aquello que en la vida le salió al paso y aún continúa resonando con interior estrépito incesante.

«Lo que queda», una reseña de ‘Esta luz’, por Juan Manuel Díaz de Guereñu (2005)

Haz un click en la imagen para leer entera la reseña de Juan Manuel Díaz de Guereñu del libro «Esta luz. Poesía reunida 1947-2004», de Antonio Gamoneda, publicada en Revista de Libros el 1 de julio de 2005.

«¿Placer sin esperanza?», una reseña de la antología ‘Solo luz’, por Miguel Casado (2000)

Haz un click en la imagen para leer entera la reseña de Miguel Casado del libro «Solo luz (Antología poética 1947-1998)», de Antonio Gamoneda, publicada en Revista de Libros el 1 de noviembre de 2000.

«La escritura del cuerpo», un artículo de Ildefonso Rodríguez dedicado a Gamoneda en el nº 2 de ‘Un ángel más’

La revista «Un ángel más» (Casa Revilla, Fundación Municipal de Cultura, Valladolid), que dirigieron Gustavo Martín Garzo, Carlos Ortega y Miguel Suárez, dedicó en su Nº 2, publicado en otoño 1987, un amplio dossier al poeta Antonio Gamoneda, que coordinó Miguel Casado.

En ese dossier apareció originalmente este texto, que se publica ahora de nuevo, tal cual era entonces, por gentileza del autor (que ha tenido la generosidad de transcribirlo):

LA ESCRITURA DEL CUERPO

Por ILDEFONSO RODRÍGUEZ

Ildefonso Rodríguez. Foto: Eloísa Otero.

Lo que ahora muestro es solo mi actividad de lector: un conjunto de estampas, de postales extraídas de unos textos para mi gusto y claridad. Elaboré, con rachas de pasión, un panorama, un aparato semejante a un estereoscopio antiguo y me asomé a él una y otra vez. Mucho quedó fuera, pero yo tuve que elegir. Es seguro que todo, en la poesía de Antonio Gamoneda, pueda verse desde puntos invertidos y contrarios a la visión que yo me representé, pues incluso esta para mí es ocasional (basta que yo vuelva a su lectura para que ya aparezca otra y muy diferente, y ahí reside uno de los valores altos de esta poesía, en ser irreducible como pocas).

Si mi elección fue ajustada, si tuve buen o mal gusto al escoger, es algo, obviamente, ajeno a los textos. La que allí quedó, extendido sobre aquel mostrador, es mucho más, hasta la cara oculta de esa escritura, la que yo nunca llegué a ver. Pero eso es lo que traje conmigo y ahora lo expongo desde la amistad con tal poesía, amparándome en una forma de confianza que, con todo, no deja de intimidarme.

La escritura poética de Gamoneda gana a sus lectores por el despliegue de una energía poco común, una atracción en la que el propio lector obtiene la experiencia continuada y muy específica de su acto de lectura. Es como si, al leer, se le representase de un modo nada virtual y en cambio muy corpóreo, vívido, una naturaleza que le pertenece y a la que él mismo pertenece; se le ofrece un organismo que roza y se comunica con sus propios sentidos, con la sensibilidad absoluta (no parcial, no ideal o figurada) de su cuerpo. El lector pone en suspensión su hábito común de mirar un texto, de pensarlo y entenderlo. Abre los ojos sobre la escritura y obtiene sensaciones de tacto, de paladeo, de audición, advierte un bullir de movimientos en su interior. Crecen en él materias y sustancias que desconocía y las incorpora, de un modo natural, a su repertorio, ilimitado ya, de experiencias en lo que entiende por mundo. Ve también nuevos objetos que, le parece, podría pesar con la mano o bajo cuyas sombras sería capaz de reposar.

Pero toda esa sustancialidad, esa corpulencia en la que se amplifica el lector, no es más que palabras, vocablos que él mismo reconoce, después, como semejantes e idénticos a los de su habla común. Y vuelve al texto y otra vez esas palabras se le transmutan por efecto de una combinatoria en apariencia muy evidente, se recubren, generan un cuerpo inesperado, pero también reconocible desde el sensorio del lector. No solo los nombres y los adjetivos portadores de color o sinestesia poseen tal vivacidad, pues hasta las partículas, los adverbios, se comportan de modo semejante, se espesan, forman grumos, les crecen pestañas vibrátiles. Y en cuanto a los propios textos, tanto da si son dilatados (un conjunto casi absoluto como la Descripción de la mentira) o bien son prosas, iluminaciones fragmentarias y formas muy breves como las que se componen en las Lápidas. Siempre el lector asiste al mismo fenómeno: una poesía que le cubre y se deja cubrir, que espumea, que desborda sus límites (aun en el caso de que alguna poesía los tenga).

(más…)

Reseña de la ‘Antología poética’ de Gamoneda (Alianza, 2013), por José Luis García Martín

Antología poética
Antonio Gamoneda
Selección e introducción de Tomás Sánchez Santiago
Alianza Editorial. Madrid, 2013

Antonio Gamoneda, un poeta a contracorriente

Por JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN
(Publicado en su blog CRISIS DE PAPEL, el 17 de junio de 2012]

Comienza Tomás Sánchez Santiago, excelente poeta él mismo, el prólogo a la Antología poética de Antonio Gamoneda aludiendo a su “caso”, “insólito en los usos habituales del mundo literario español”. Y ciertamente Antonio Gamoneda es un poeta insólito, pero quizá no por las razones que Sánchez Santiago señala.

Anecdótico resulta el mayor o menor encaje del poeta con su generación (la del cincuenta, la de los niños de la guerra), sus declaraciones contra este y aquel (Benedetti, José Hierro, Ángel González), su decidida toma de partido en la lucha de banderías en que a veces se convierte la vida literaria, o una aireada marginación que no resulta incompatible con la obtención de los más altos galardones oficiales.

Antonio Gamoneda es un poeta insólito por otras muy diversas razones. Se trata (pocos casos más hay en la historia literaria) de un poeta a contracorriente de sí mismo, de un poeta que ha hecho lo mejor –y quizá también lo menos logrado de su obra– luchando contra su tendencia natural al realismo, al dolido testimonio autobiográfico.

(más…)

José Enrique Martínez reseña el libro de Margarita Merino sobre Gamoneda

CLAVES POÉTICAS DE GAMONEDA

Por JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ
[Publicado en Diario de León, el 30 de enero de 2022]

Margarita Merino, la excelente poeta que bautizó a su ciudad de nacimiento, León, como «capital del invierno», regresa con una investigación sobre Las «edades» poéticas de Antonio Gamoneda, que tiene su origen en la tesis doctoral que defendió en su momento. Anida en la poeta de Viaje al interior (1986), Baladas del abismo (1989) y Halcón herido (1993), entre otros poemarios, un fondo apasionado por la vida y también por la literatura, como deja ver a las claras en el prólogo a su nuevo libro, en el que entre otras cosas alude a cómo «los desgarros íntimos de la poesía de Antonio Gamoneda» fueron hincándose en su alma a medida que se adentraba en «los estremecedores versos del poeta».

El laborioso y denso estudio de Margarita Merino abarca los libros gamonedianos escritos entre 1947 y 1998, es decir, los incluidos en Edad (1989) y los publicados después, León de la mirada (1979) Libro del frío (1992) y Libro de los venenos (1995), todos los cuales nos confirman «la trayectoria de una poesía impecable, tenazmente reelaborada y expurgada sin contemplaciones». El problema que se nos presenta es cómo dar cuenta mínimamente en una breve reseña de un libro como el de Margarita, una investigación honda y perspicaz que ofrece claves que nos hacen leer con mayor clarividencia la poesía gamonediana.

Margarita Merino expone con precisión su propósito, metodología e hipótesis de trabajo. Su objetivo es el análisis de la evolución de la poesía gamonediana por medio de «la lectura atenta y concienciada de los libros» y partiendo de los contenidos albergados en los textos poéticos examinados. Parte de una hipótesis de trabajo que confirmará en su indagación: la «ambigüedad» como agua que empapa la poesía de Gamoneda «para expresar su propia revelación y para velar los retazos autobiográficos emergentes de su propia vida». He seguido la investigación de Margarita con gusto y delectación, sea el exhaustivo análisis de Descripción de la mentira o el sugestivo de Blues castellano, un poemario que, en mi caso, a medida que han pasado los años y las lecturas y relecturas, va subiendo en aprecio. Deseo hacer constar, finalmente, que el libro termina con una larga entrevista (unas cincuenta páginas), yo diré más bien que una conversación, que en su día, allá por 1996, mantuvieron la estudiosa y el poeta. Son páginas enjundiosas que añaden veracidad y calor humano a las páginas analíticas anteriores.

‘Descripción de la mentira’ / «Pequeñas cosas sobre un libro grande», por Antonio Pereira (1978)

PEQUEÑAS NOTICIAS SOBRE UN LIBRO GRANDE

Por ANTONIO PEREIRA
(Artículo publicado en el diario La Hora Leonesa, el 15 de marzo de 1978)

Hace ya varias semanas que el último (por ahora) poemario de Gamoneda, ha alcanzado ese gozo del alumbramiento que es –que sigue siéndolo, por encima de cualquier otro modo de divulgación– su salida de las máquinas de imprimir. Yo he tenido en las manos el fruto palpable, lo tengo ahora mismo con esa sensualidad que nos transfieren siempre las páginas nuevas, todavía olorosas al oficio que más ha hecho por la comunicación entre los hombres. Pero no olvido otras gratificaciones previas: la de haber conocido, no diré que por azar, puesto que las amistades profundas dejan escaso margen a la casualidad, las holandesas manuscritas o mecanografiadas que el poeta iba produciendo como resultado de una necesidad implacable, y el acto de coser, grapar las hojas sueltas e inéditas, uno de los instantes más temblorosos –y que no recuerdo haber visto glosado por nadie– del largo y desasistido proceso de la creación literaria…

Como no podía ser menos, las primeras resonancias han comenzado a levantarse en León y fuera de León. Merece retenerse la de quien ha escrito en su comentario periodístico que sí, que está muy bien remover las aguas de la poesía, nunca aquietadas del todo; pero que justamente la salida de un libro como «Descripción de la mentira» debiera aceptarse como ocasión obligatoria para estudios con vocación de hondura y permanencia. También a mí, el largo y tendido poema de Gamoneda (rectifico aquí lo de poemario) me parece materia suficiente e incluso generosa para el análisis. Su estructura y su aliento, la profundidad de sus vetas y la sugestión del lenguaje, las plurales posibilidades de lectura… todo deja sospechar que nos encontramos ante uno de esos textos que en la brevedad de su extensión contienen la llamada a elucidaciones mucho más amplias que ellos mismos.

Pero ya me urge decir una cosa: que yo no voy a ensayar esa tarea. O menos irreversiblemente, que no voy a acometerla ahora. León está presenciando en estos momentos una atención profesoral y estudiosa hacia su propia literatura, gracias a gente especializada en una crítica moderna. Lo mío, en cambio, lo que a mí me ocupa es dejar constancia de una adhesión personal y poética, trazada mayormente sobre la anécdota: que en negocios de amistad, me parece apenas separable de la categoría…

El 11 de junio de 1976 –por ejemplo–, viernes, larguísima sobremesa en Los Candiles. Antonio sabe escuchar, escucha pudorosamente recatado detrás del humo de su pipa. Hay que declararse con sinceridad, de siempre y en común nos hemos prohibido la medicina complaciente. Yo le reconozco desde luego a su manuscrito, una fascinación y una potencia verbal (dentro de la contención) que casi, de tanta hermosura, se hacen sospechosas. Y como lector un recelo de que se nos esté intentando «embaucar» con la palabra. (Bueno, ahí está Borges que asevera: «Todo escritor es un embaucador»). Una dificultad para penetrar a primera sangre en sus zonas oscuras, que se presentan al hilo de cualquier fragmento… Pero también, y como colofón, el dar a la caza alcance en la final claridad de «Descripción de la mentira» –para mí es la declaración agónica de una deserción temporal, de la que el poeta regresa gracias a un ejercicio de reencuentro consigo mismo, y en él se reconcilia…–, que todavía no se llamaba «Descripción de la mentira».

El lunes 20 de diciembre de 1976, en el Palomo. (Son las ventajas de mi diario maniático, minucioso). El libro iba a llamarse, se llamaba ya en su existencia intrauterina y secreta: «Profundidad de la mentira», pero al autor lo desazonaba ese algo pretenciosamente trascendente a que remite profundidad… Había, las hay siempre, un abanico de posibilidades. Pero también, como siempre, el convencimiento de que sólo una de ellas es la buena.

Tratábamos de hablar de otras cosas pero era inútil, el poeta maquinaba en lo suyo, más espeso de cejas que nunca, apurando alejadamente el vino de la costumbre. De repente se dio una palmada en la frente: «¡Lo tengo!». Me hizo recordar que había él manejado «Profundidad de la mentira» y «Descripción del silencio»… Estaba claro: ¡DESCRIPCION DE LA MENTIRA! Levantamos los vasos alegremente, sin ceremonia. En paz.

Para terminar, y porque estas notas se escriben en León, podría subrayarse lo leonés del libro. Precisamente un libro que desde su planteamiento hasta su culminación se vuelve hacia lo universal de la poesía y del hombre. Arrancando del signo editorial de la colección «Provincia» para rematar en la datación en León y Boñar, señales respetables, pero en la condición de lo accesorio, el poema transcurre por caminos a cuyo reconocimiento basta una lectura atenta. (No una lectura denodada, como alguien pudiera pensar a primera vista). Árboles esbeltos, urces, sombra azul distribuida en sernas y el ganado de vientre pisando sobre la nieve. Pero también el paisaje urbano, con hombres de la ciudad en donde acaso podamos reconocernos. Por ejemplo, en estos claroscuros fragmentos:

Tu serenidad era la servidora del desprecio. Como a animales sosegados, hartos de indiferencia, nos conducías a la frecuentación de los notables y a las acacias inmóviles sobre la oscuridad del río.

Tu suavidad purpúrea y tu murmuración eran dóciles.
Te detenías bajo las lámparas y los insectos blancos aparecían sobre ti…

Con las inmensas libertades que el poeta recaba para la transmutación de la realidad cotidiana en pura sustancia poética: ¿Sería descabellado pensar –sentir– al fondo de los versículos la figura de Antonio de Lama?

José-Luis Moctezuma reseña «CASTILIAN BLUES / BLUES CASTELLANO» de Antonio Gamoneda

Portada del libro.

José-Luis Moctezuma reseña CASTILIAN BLUES / BLUES CASTELLANO de Antonio Gamoneda, publicado en edición bilingüe por Quantum Prose. Moctezuma contextualiza y explora con notable precisión los orígenes del libro de Gamoneda y analiza en detalle las estrategias de traducción de Benito del Pliego & Andrés Fisher. Una lectura verdaderamente excepcional.

En inglés, en la edición de diciembre de Words Without Borders: