* Biografía

Antonio Gamoneda: «La democracia es la máscara sonriente del capitalismo mundial» (2019)

[Reproducimos íntegramente, tal y como se envió, una larga ENTREVISTA con ANTONIO GAMONEDA publicada en noviembre de 2019 en la revista en papel TintaLibre (infoLibre), en un número dedicado a la caída del Muro de Berlín 30 años después]

“El político es una especie que debe extinguirse”

Conversamos con Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931) —premio Cervantes, voz siempre crítica con el sistema, que publica la segunda parte de sus memorias y la obra completa de su poesía—, para descubrir cómo ve el mundo y la vida (“ese extraño viaje desde la inexistencia hacia la inexistencia”) un poeta, un pensador, un trabajador, un luchador de 88 años.

Por ELOÍSA OTERO

Acaba de presentar “Esta luz”, dos tomos que reúnen más de setenta años de trayectoria poética. Y lleva semanas intentando poner fin a “La pobreza”, su segundo libro de memorias; casi 500 páginas en las que explora en sus recuerdos a partir de los catorce años, cuando ya trabajaba en un banco (encendía la caldera de madrugada), estudiaba por su cuenta, empezaba a escribir poesía y a militar en una célula antifranquista. Recuerdos que llegan hasta hoy, con páginas en las que habla de su “ancianidad” sin pudor.

Cuando le dieron el Premio Cervantes 2006, escuché a su amigo de infancia Pablo de la Varga: «Antonio se ha convertido en uno de los hombres más ricos del mundo y no porque posea riquezas ni dinero, que son cosas que no tiene. Viaja por todo el mundo y le pagan por ello; le reciben como a un príncipe, cuando habla todos se callan para escucharle y encima… ¡no necesita guardaespaldas!”. Se lo cuento y sonríe: “Es una definición trufada de exageración, en el estilo de Pablo. Se olvida de que en mi realidad están, como en la suya, los sufrimientos, las carencias…”.

Estamos en la galería de su casa, poblada de libros. Con las ventanas cerradas se escucha la algarabía de la calle (es 5 de octubre, San Froilán, fiesta patronal en León, donde reside Gamoneda desde niño).

—¿De dónde saca fuerzas para trabajar en la escritura durante todo el día y parte de la noche?

—Una fuente está en sacar fuerza del cansancio. Otra en el conocimiento de que no queda mucho tiempo para hacer algo de lo mucho que no he hecho. También, la convicción de que lo peor que puede hacer un viejo es apartarse de todo trabajo. Empiezan a perder sentido permanecer, afeitarse, encontrar a un amigo… Ya está en el desinterés angustioso de sí mismo. Se acabó.

—¿Hay una responsabilidad (ética, personal) ahí?

—Algo que parece una responsabilidad: Primero, conmigo mismo: no puedo darme espacios para el desinterés. Estoy desde siempre en la voluntad de trabajo. Permanecer en ella es una finalidad equivalente a la de vivir.

—¿Es usted de los que esperan algo de la vida o de los que consideran que es la vida la que espera algo de nosotros?

—No estoy por las grandes divisiones. Yo tengo deseos que tienen que realizarse en la vida y he de tener una conducta con esa misma vida. Trato de ser razonable en tal circunstancia. Espero algo, no demasiado, de la vida, y prefiero dar algo yo también. Si «el algo» es útil, justo o hermoso, mejor.

—A los 20 años usted ya formaba parte de una “célula” de la resistencia antifranquista, algo de lo que da cuenta en ese libro de memorias que está terminando. Usted ha dicho: “Esperábamos que la desaparición del dictador iba a suponer una transformación de la vida española, pero no ha sido así”. ¿Qué ha sido lo más decepcionante?

—Esperábamos algo que tuviera un valor semejante al de una desaparición del sufrimiento de la gran pobreza y de la gran riqueza. No fue así y sigue sin ser así. Con todo su carácter espantoso, la dictadura fue el tramo anterior de la misma secuencia depredadora y explotadora que ahora rige. Estábamos y estamos en la consolidación de la propiedad, en el regimiento y el uso absolutos de los bienes, productivos o no, por parte del capitalismo.

—Tras la última crisis económica, estamos casi peor que entonces…

—Durante la dictadura franquista estaba el pelotón de fusilamiento, y ahora están los desahucios, el desempleo, el maltrato a los inmigrantes… Todo eso lo originan los mecanismos del poder económico. La dictadura franquista también los tenía, y contó con otros propios del momento. La ayuda militar italiana y alemana fue ayuda filtrada del poder económico italiano y alemán. De Juan March, y de otros financieros de la época, consta su apoyo a los sublevados. ¿Cuál fue el motivo de la sublevación? ¿La fe católica? No, el motivo está en el dinamismo de la economía, forzado por las grandes entidades con o sin nombre. Y ahora hay democracia. La democracia aloja, protege y encubre la misma dictadura económica que prosperaba con la militar. Esto es así no sólo en España. Cabe pensar que la democracia es la máscara sonriente del capitalismo mundial. Máscara y sonrisa. Es lo que hay.

—¿Cree que existe un gobierno en la sombra?

—Sí. No hace falta saber los nombres; basta ver, por ejemplo, el petróleo; si en tal país hay demanda o no, si me interesa el petróleo de Venezuela y hay que ir allá «porque se da un trato antidemocrático a las personas», que no digo que no se dé. Gobierna y decide la presión de los bloques económicos. Estos pueden ser concretos, grandes compañías que están detrás de un gobierno, o puede ser una presión multinacional aparentemente difusa.

(más…)

«Gamoneda, material de resistencia a punto de cumplir los 90 años» (La Nueva España)

El premio “Cervantes” asturleonés cumple 90 años instalado en la lucidez y la laboriosidad, con la escritura de un tercer tomo de “recuentos de olvidos” y un poemario titulado provisionalmente “Cancionero de la indiferencia”

Por J. C. IGLESIAS
(Publicado en La Nueva España,

Antonio Gamoneda fue un niño republicano. Nació en el corazón del Oviedo burgués y tricolor, frente a la iglesia de San Juan el Real, un 30 de mayo de 1931. Después vino la orfandad paterna, la marcha a León con una madre “bordadora y asmática”. Allí fue un “niño final, nieto de la pobreza”, adolescente madrugador y proletario, camarada de los que “sabían gemir”, esposo que viajaba en trenes “de campesinos viejos y de mineros jóvenes” para visitar a Ángeles Lanza, maestra en las comarcas del carbón, y padre de Ana, Ángeles y Amelia, a las que advirtió: “no vayáis nunca solas a la carretera del norte”.

Estos son algunos datos de la biografía de un hombre que ahora cumple 90 años, el mismo que escribió “no tengo miedo ni esperanza”. En ello sigue, militante en la tarea de alumbrar las esquinas del mal, las tinieblas de la mentira, pero también los parajes de la dignidad, consciente de que “la belleza no es / un lugar donde van / a parar los cobardes”. Esa ha sido su manera de sobrevivir, también de resistir.

(más…)

«Cifras, vértigo, insistencias», por Tomás Sánchez Santiago

[Artículo publicado en el suplemento cultural “La sombra del ciprés”, del diario vallisoletano El Norte de Castilla, el viernes 21 de mayo de 2021, pág. 4]

CIFRAS, VÉRTIGO, INSISTENCIAS

Por TOMÁS SÁNCHEZ SANTIAGO

Portada del suplemento La Sombra del Ciprés, 21-5-2021.

Una evolución poética parece exigir al fin un empujón final del pensamiento que anime a una lectura conclusiva de la obra total del autor. Como si esta necesitara llegar a alguna parte, más allá de lo ya expresado antes, para dotarla a la vez de trascendencia y sentido. No es el caso del itinerario trazado en la poesía de Antonio Gamoneda. A la vista de la escritura surgida en los últimos diez años —desde la aparición de Canción errónea en 2012—, podría decirse que el afán retrospectivo que guio siempre cada uno de sus libros anteriores se complementa con una poesía terminal, sí, pero en aquella misma órbita que revelaba a través de un discurso poético, poderoso como ninguno en el panorama del siglo XX, el peso de una memoria resonante y la necesidad de una imaginería obsesiva que ha perseguido al poeta hasta el final. ¿O quizás es él quien necesita salir cada vez a buscarla? Sea por la propia potencia de esas visiones o por la voluntad del poeta, lo cierto es que un destilado de alusiones biográficas y palabras reiteradas se mantiene indemne, acompañando hasta el final una escritura que se abrocha sin remisión sobre sí misma: “Hablo de ayer pero hoy / aún es ayer”.

Miguel Casado se refiere a esto mismo en un epílogo esclarecedor, señalando que “el autor comparece como heredero de su propia escritura”. Y es así. No solo en los últimos libros publicados (el citado Canción errónea, La prisión transparente, No sé o Las venas comunales) sino también en las ‘mudanzas’ —reelaboraciones de poemas ajenos atraídos a su propio mundo poético—, la escritura de Gamoneda en estos años tiene esa cualidad de interpelación tenaz, de merodeo en torno a un ensimismamiento que acaba por conciliar lucidez y aturdimiento en una suerte de fraseo flotante con recurrencias a una voluntad de ignorancia (“No sé”) o de desentendimiento (“Tú / no tienes nada que decir”), de indiferencia (“No sé qué es vivir, no sé qué es morir y tampoco sé si me importa”) y de cansancio; por no hablar de vacilaciones que trastornan la seguridad de su discurso: “Huiremos al pasado. A mi pasado. Estaremos / relativamente seguros”, se lee en un poema de Las venas comunales para desdecirse luego así: “Pensándolo bien, no sé, / no estoy seguro, no sé / si nos conviene el viaje a mi pasado”.

Pero hay algo significativo. El carácter ensimismado de estos últimos libros, en los que el poeta se confronta de continuo consigo mismo en ejercicios de perplejidad ontológica, se compadece con la búsqueda de aperturas hacia otras presencias, hacia otros acompañantes para compartir la fiebre verbal de un diálogo extremo. Así, muchos poemas de Canción errónea tienen un origen externo, empiezan y terminan en la obra de otros creadores (Gaspar Moisés, René Char, Gelman, Amancio González o Ángel Campos entre otros); del mismo modo, Las venas comunales fue concebido como un libro donde se consuelan mutuamente los poemas versiculares de Gamoneda y las pinturas iluminadoras de Juan Carlos Mestre. Por no hablar de esas Mudanzas que el poeta maneja con soltura admirable como si fueran piezas propias. Es decir, la poesía de Antonio Gamoneda en estos últimos diez años persiste en esa voluntad de mantener a flote nombres y cifras insistentes, capaces aún de picotear el corazón del poeta, pero —y no es ninguna novedad en el autor de Blues castellano— está eso otro: un trasvase, una necesidad de pulsar en compañía vida y lenguaje a la vez; una invitación a mirar con él el resplandor escabroso e inexplicable de la existencia: “Acércate. Bebe conmigo. Un vino habrá que procure la verdadera ebriedad. Hemos vagado en ebriedades falsas”.

 

«Desnudo y único», por Jorge Praga

Un jovencísimo Antonio Gamoneda. (Archivo familiar).

[Artículo publicado en el suplemento cultural “La sombra del ciprés”, del diario vallisoletano El Norte de Castilla, el viernes 21 de mayo de 2021, pág. 4]

DESNUDO Y ÚNICO

Por JORGE PRAGA

Portada del suplemento La Sombra del Ciprés, 21-5-2021.

En uno de los estudios con los que Miguel Casado ha ido ciñendo las ediciones de la poesía de Antonio Gamoneda, se afirmaba: “La obra y el transcurso de la obra han llegado a ser lo mismo. Y no ya como materia la una del otro, sino como una materia única: la escritura es la vida”. Esta certeza necesitó a veces para su rastreo y edificación de esfuerzos hermenéuticos acordes con la complejidad del hacer poético del autor. Y se refrendó, y en cierta manera se iluminó y allanó, cuando Antonio Gamoneda se empeñó en una tarea memorialista explícita, que por ahora se ha conformado en dos volúmenes: ‘Un armario lleno de sombra’, de 2009, y ‘La pobreza’, que vio la luz la primavera pasada.

El arranque del primero ilustra esa mutua dependencia entre la escritura y la vida. Años después de la muerte de su madre, Antonio Gamoneda abre el armario en el que ella guardaba ropas y objetos personales. La oscuridad de su interior se va iluminando cuando el tacto, los aromas o el orden presentido van devolviendo sensaciones y vivencias que el poeta encaja en párrafos minuciosos. De la oscuridad sale la luz, del olvido allí encerrado surgen los recuerdos con los que teje una escritura que sacude lo inerte hasta acercarlo a la vibración existencial: “Y entonces ocurrió algo que me envolvió en su realidad física: sentí el olor de mi madre. Viva”. El armario es metáfora de su cabeza, de su cuerpo y de su biografía. Solo hay que abrirlo y dejarse caer en su interior, sin defensas ni más esperanzas de captura que las que segreguen las sombras del pasado. El resultado son esos dos tomos en los que se trenza, sin imposiciones cronológicas, una experiencia personal y un tiempo que la envuelve. Un tiempo que arranca en el niño de la guerra y de la posguerra que Gamoneda fue, con la cercanía de las cuerdas de presos, de los cadáveres en las charcas, del frío y de la miseria. Y que con paciencia se eleva hacia su formación autodidacta, lejos del colegio de agustinos que le humilla, para arribar a la entrada en el mundo laboral a los catorce años que cierra el primer volumen. En el segundo veremos expandirse ese sufriente destino de auxiliar bancario hacia la poesía, al amparo inicial de los fundadores de ‘Espadaña’; hacia la militancia política en la clandestinidad, y hacia otros puestos y actividades más acordes con su vocación literaria.

En ese largo trayecto Gamoneda consigue el milagro que siempre debe ser horizonte de cualquier recuento de memorias: que los avatares personales abandonen su particularidad para engarzarse en una representación superior del tiempo y la sociedad en que se desenvuelven. Las sangres bélicas y los gritos de los represaliados que llegan al niño Gamoneda, o el sometimiento y la vulgaridad que penetra la sociedad leonesa, se convierten en su prosa en un testigo amplificado de lo que sucedía en cualquier rincón de España en esos años de penitencia, como los llamó Carlos Barral. Y no solo por su capacidad de observación y síntesis, sino sobre todo por el florecimiento de una escritura que deslumbra mientras ajusta los hechos. Una tormenta en la carretera de Carbajal se puede convertir en un gran fresco pictórico, el despiste en las cuevas de Valporquero en una entrada en el delirio visionario, o la procesión del Corpus en un ajuste de cuentas con el franquismo y la iglesia. De propina, una curiosa veta de humor que florece sobre todo en las descripciones. Valga la de Luis Rosales: “Bebía con reposada avaricia”.

Y, en el otro extremo del niño Gamoneda, la muerte. La muerte de todos y de cada uno, cerrando cada párrafo en el que la memoria ha dejado entrar el recuerdo de aquel que pasó a su lado. Murió, ha muerto, acaba de morir, habrá muerto…, conjuga el texto una y otra vez. El poeta es un superviviente longevo, y sus memorias, su escritura, en cierta manera justifican la excepción de su vitalidad. El espejo final en el que se mira son esos cientos de páginas en las que se va dibujando mientras dibuja a otros, una imagen reconocible y a la vez extranjera, suma de amigos y contrarios, de pensamientos y alucinaciones: “Reunirme, desnudo y único, con un yo mismo que, a la vez, es un extraño”.

«Culpa», por Luis Marigómez

Antonio Gamoneda (h. 1982). Foto: Archivo de la familia Quindós Martín-Granizo

[Artículo publicado en el suplemento cultural “La sombra del ciprés”, del diario vallisoletano El Norte de Castilla, el viernes 21 de mayo de 2021, pág. 4]

CULPA

«Descripción de la mentira»

Por LUIS MARIGÓMEZ

Portada del suplemento La Sombra del Ciprés, 21-5-2021.

En diciembre de 1975, cuando empezó a escribir el poema, Gamoneda tenía 44 años. Franco acababa de morir. Su anterior libro, ‘Blues castellano’ terminado en 1966, no se había podido publicar por la censura del régimen. (Apareció en 1982). Pidieron una beca por él para, al concedérsela, incitarle a escribir de nuevo.

Encuentra otra manera de ordenar las palabras, unos términos que lo caracterizarán de ahí en adelante, con una libertad que vuelve al mundo oscuro de la dictadura, casi toda su vida hasta entonces, militando en la clandestinidad, soportando la vergüenza de ser pobre y de sentirse vencido, escalando con mucho esfuerzo en consideración social. Tristeza, cánulas, corazón, amarillo, azul, óxido, leche, ácidos, hiel, vergüenza, luz… Estas palabras aparecen de modo recurrente en el libro y hacen de cimientos del edificio que por fin quiere y sabe construir el poeta a partir de aquí y en las siguientes entregas. «El óxido se posó en mi lengua como el sabor de una desaparición.» Es el primer versículo del libro y marca una cadencia que se identificará de ahí en adelante como gamonediana.

El poema es una relación afiebrada de un tiempo convulso: «Era un país cerrado; la opacidad era la única existencia.» El sujeto poético emplea un tono solemne y trágico: «Mi memoria es maldita y amarilla como el residuo indestructible de la hiel.» Ha sobrevivido a esa calamidad y se siente culpable. «(…)la suciedad obligatoria de mi alma: / éste es el precio de la paz. Acuérdate.» «(…)tantos días hasta que comprendí que el miedo era el alimento de mi patria.» Esa atmósfera venenosa es el aire que ha respirado el poeta, silencios impuestos, delaciones, arrepentimientos, mentiras, muerte… Todo es oscuro. «De la verdad no ha quedado más que una fetidez de notarios, /una liendre lasciva, lágrimas, orinales / y la liturgia de la traición.»

Hay momentos voluptuosos: «Descubríamos líquidos cuya densidad pesaba sobre nuestros deseos (…)», pero están contaminados por el ambiente, «Obscenidad, dulzura fúnebre, ¿Quién no bebe en tus manos amarillas?»

El poeta usa una segunda persona múltiple, femenina, masculina, como un espejo de sí mismo… «Puse la enemistad como un lienzo sobre tus pechos que eran olorosos hasta enloquecer en sus círculos amoratados.» «Ahora eres obsequioso y pacífico como el aceite que se reserva para los agonizantes» Está ahí el amigo que muere: «Ese eras tú, nuestras palabras aniquiladas en tus oídos.»

Es poesía política, de denuncia, pero es mucho más, trasciende las circunstancias particulares para adentrarse en un espacio propio, que crea con sus modos, sus palabras, sus ritmos… más allá de la representación. Hay dolor, culpa, tragedia. Y está la belleza terrible inherente a ese relato que no busca realismo ni comprensión, sino sumergir al lector en un aire lleno de miasmas del cuerpo y del alma. La mentira del título está de manera esencial en el ambiente que se describe, y ha contaminado todo, incluidos los sujetos que pelean por salir de allí. En palabras de Miguel Casado, quien más y mejor ha analizado la poesía de Gamoneda: «La inmersión en ese tiempo hace aún más irreal la supervivencia, de modo que las conclusiones ya no son personales, biográficas, sino existenciales: vivir es fingir la existencia, la auténtica mentira es la propia vida.»

El libro apareció en la colección Provincia, en León, en 1977. Diez años más tarde, la primera Poesía reunida de Gamoneda, ‘Edad’, con poemas a partir de 1947, convirtió al poeta en el referente que es hoy.

:: Obra y vida

Aunque el primer libro publicado de Gamoneda fue ‘Sublevación inmóvil’, escrito entre 1953 y 1959, finalista del Premio Adonais y publicado en 1960, él añade en sus compilaciones ‘La tierra y los labios’, empezado en 1947, cuando tenía 16 años, y terminado en el 53. Durante un tiempo, el poeta se presentó, por razones también económicas, a cuanto premio de poesía en el que veía que tenía posibilidades, y ganó bastantes, a veces con otros nombres, según cuenta en sus Memorias.

‘Blues castellano’, escrito entre 1961 y 1966, no pudo aparecer hasta 1982, por la censura. ‘Descripción de la mentira’ se publica en 1977, en la colección Provincia, de León. ‘Lápidas’ (1977-1986) ya aparece en la exquisita editorial Trieste, en Madrid. Se convierte en un poeta reconocido por el gran público a partir de su primera Poesía reunida, ‘Edad’ (1987) en Cátedra, en edición de Miguel Casado.

‘Libro del frío’ (1982) se publica en Siruela. El ‘Libro de los venenos’ (1995) es un proyecto singular, fuera de género, a partir del tratado de Dioscórides, del SXVI. ‘Arden las pérdidas’ (2003) y ‘Cecilia’ (2004) vienen ya integrados en la segunda edición de su Poesía reunida, ‘Esta luz’ (2004). ‘Canción errónea’ (2012) y ‘Prisión transparente’ (2016), son su últimos libros, incluidos en la segunda edición de ‘Esta luz’ (2019), ya en dos volúmenes.

Además de numerosos textos ensayísticos y algunos narrativos, son muy destacables sus dos tomos de Memorias, ‘Un armario lleno de sombra’ (2009) y ‘La pobreza’ (2020), publicados en Galaxia Gutenberg. Ha recibido los premios más importantes de literatura en lengua española, incluido el Cervantes, en 2006. El poeta, nacido en Oviedo en mayo de 1931, ha vivido en León casi toda su vida.

«La mano de Cecilia», por Esperanza Ortega

Gamoneda, acompañado de su nieta Cecilia, recoge el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana . Archivo rtve.es

[Artículo publicado en el suplemento cultural “La sombra del ciprés”, del diario vallisoletano El Norte de Castilla, el viernes 21 de mayo de 2021, pág. 4]

LA MANO DE CECILIA

Por ESPERANZA ORTEGA

Portada del suplemento La Sombra del Ciprés, 21-5-2021.

¿Quién es esta niña que se acerca con Antonio Gamoneda a recoger el Premio Reina Sofía en 2006? Parece una gacela al lado del hombre cansado que se aferra a su mano diminuta.

La niña era su nieta Cecilia, cuyo nombre había dado título a un libro publicado dos años antes. A Cecilia la había visto yo cuando era un bebé a quien su abuelo Antonio miraba estupefacto, como si se tratara de una aparición que en cualquier momento pudiera disiparse. Así de asombrados dejó a sus críticos la publicación de esta obra, igual que al propio Gamoneda, mientras escribía el libro que parecía serle revelado por la súbita presencia de su nieta, como dice en estos versos: “en tus labios se forman palabras desconocidas / y lo invisible gira en torno a ti suavemente”. Y el mismo contraste que encontramos entonces entre la niña endeble y el anciano corpulento, lo hallamos también entre la claridad de Cecilia y la oscuridad de sus obras anteriores, aunque todas posean la cualidad del resplandor.

Estábamos acostumbrados a que Gamoneda nos estremeciera mientras leíamos Blues castellano o Descripción de la mentira y, en Arden las pérdidas, nos había reducido a rescoldo, entre las brasas de sus versos ardientes. Entonces llega Cecilia y alumbra la oscuridad con su luz encarnada. Si al final de Arden las pérdidas terminaba por arder el lenguaje, Cecilia pasa por encima de esa hoguera; surge de súbito, sin anclaje en el mundo. Cecilia es el diario de una aparición, por eso su entonación es exclamativa, entendiendo la exclamación como aceptación del misterio. Ante una recién nacida no es posible preguntarse sobre la verdad o la mentira, así que el poeta, conmovido, constata lo que sucede, porque Cecilia aún no ha despertado en el sentido platónico, vive el sueño previo al conocimiento y, sin pasado, su presencia comunica con lo intemporal. Dice Gamoneda: “acerqué mis labios a tus manos y tu piel tenía la suavidad de los sueños / algo semejante a la eternidad rozó un instante mis labios”. En Descripción de la mentira había afirmado: “en los establos en los que me envuelve la oscuridad / yo recibo a la muerte y conversamos hasta que lame dulcemente mis labios”. Cecilia ha sustituido el frío de la muerte por el aliento cálido de la eternidad.

En Cecilia, Gamoneda se interna en el espacio del sueño de la recién nacida, cuando las palabras aún no han conformado sus significados pero todo es significativo: el llanto, la caricia, el tacto, la luz… Allí, como el pequeño príncipe de Saint Exupèry, encuentra su flor, la única flor en el desierto del poema. Y perplejo, confiesa: “nunca tuve en mis manos una flor invisible”.

Pero el destino de la niña es el crecimiento y, por tanto, el abandono de su gracia reciente. Ella todavía está allí, aunque su gesto sea desde el principio el de la despedida: “dices adiós en el umbral”. Y Gamoneda, al que siempre han hipnotizado las llamas del abandono, conmemora la emoción del instante de la pérdida: “como música de la que aún permanece el silencio / siento tus manos lejanas de mí / así es / la desaparición y la dulzura”.

En el momento en que la carne se convierte en música, termina Cecilia. El poeta regresa a su armario de sombra, pero antes de hacerlo, se detiene y afirma en su último verso: “eres como una flor ante el abismo, eres mi última flor”. Al escucharlo, nos recorre a sus lectores el mismo escalofrío que nos estremecía en sus libros anteriores.

Me encontré con Cecilia en el IES Núñez de Arce, convertida en una adolescente espigada y despierta, a punto de olvidar a la niña que fue. Esa niña —pensaba para mí cuando la veía sentada en su pupitre— permanecerá para siempre en Cecilia, y su mano pequeña, la misma que guiaba a su abuelo al recoger el Premio Reina Sofía, nos guía en la lectura de Gamoneda, porque, gracias a los versos de Cecilia, es mucho más que la mano de su nieta, es la mano de la poesía.

Gamoneda, a punto de cumplir 90 años, en ‘La sombra del ciprés’

Portada del suplemento La Sombra del Ciprés, 21-5-2021.

El poeta Antonio Gamoneda cumplirá 90 años el próximo 30 de mayo de 2021. Con ese motivo, y para felicitarle y celebrarlo, el suplemento cultural «La sombra del ciprés», del diario vallisoletano El Norte de Castilla, le dedica unas páginas en su edición del viernes 21 de mayo de 2021.

Ha sido improsible encontrar un ejemplar del periódico en la ciudad de León (España), a unos 140 kilómetros de Valladolid. Hace meses, según indican los kiosqueros leoneses, que El Norte de Castilla dejó de llegar a León. Y para leerlo por internet hay que hacerse suscriptor y pagar.

Así que un amigo vallisoletano nos ha fotografiado las páginas, en las que escriben sobre Gamoneda cuatro autores amigos que le conocen bien: Luis Marigómez, Tomás Sánchez Santiago, Jorge Praga y Esperanza Ortega.

Gamoneda y sus recuerdos de infancia en el barrio leonés de El Crucero

Haz un click en la imagen para ir a la noticia…

«La pobreza», de Gamoneda, entre los once finalistas al Premio de la Crítica de CyL

La Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua (ILCYL) y el Ayuntamiento de Soria han presentado este jueves en el Centro Cultural Gaya Nuño de Soria los once títulos finalistas del ‘XIX Premio de la Crítica de Castilla y León’. El galardón literario convocado desde el año 2003 por el ILCYL reconoce la mejor obra publicada en el año anterior por un autor de Castilla y León.

Los finalistas son ‘Carrusel de sombras’ de Moisés Pascual Pozas, ‘Días de Euforia’ de Pilar Fraile, ‘En los prados sembrados de ojos’ de Antonio Colinas, ‘Hijos del Carbón’ de Noemí Sabugal, ‘Ictus’ de Rubén Abella, ‘Irene y el aire’ de Alberto Olmos, ‘La pobreza’ de Antonio Gamoneda, ‘Material de contrabando’, José Gutiérrez Román, ‘El Fondo del cubo’ de David Refoyo, ‘Ritual de náufragos’ de Luis Ángel Lobato y ‘Todos estábamos vivos’ de Enrique Llamas.

El fallo del jurado se realizará el 24 de febrero de 2021 en Ávila. El director del ILCYL ha reconocido que este año será complicado realizar un veredicto, «más si cabe que el año pasado en el que fue necesario la concesión ex aequo» para el monólogo teatral ‘Mil amaneceres’ de José Luis Alonso de Santos y el libro de cuentos ‘Fábrica de prodigios’ de Pablo Andrés Escapa.

«Antonio Gamoneda: Frío», por Guillermo Saccomanno

Haz un click…

Por GUILLERMO SACCOMANNO
Artículo publicado en Página 12 (Argentina), el 18 de octubre de 2020

Antonio tiene cinco años en 1936. España es un país arrasado por la Guerra Civil. Aunque fue parido en Oviedo, la madre viuda lo cría en la que será su tierra de adopción, la zona obrera y ferroviaria de León, en el linde con lo rural. El hambre, la intemperie y la persecución, la muerte acechando las ventanas. Las escuelas están cerradas. El libro que el chico tiene como aprendizaje de lectura, un libro de poemas, se llama “Otra más alta vida”. Lo escribió su padre, que se llamaba como él y murió cuando tenía un año. Ese libro será su principio y también su herramienta porque, como el padre, se hará poeta. «Considero imposible que, con la muerte por medio, pueda darse una relación más real entre un padre y un hijo que la que aconteció en mi infancia», diría más tarde. Esto, para empezar, como arranque en una aproximación a Antonio Gamoneda, el estilista mayor de la poesía española contemporánea que, en la actualidad, tiene [casi] noventa años y termina de publicar su segundo libro de memorias. Pero volvamos atrás. En el 41 asiste a un colegio religioso que abandona en el 43. Ingresa como empleado en un banco y pasa de un puesto a otro durante veinticuatro años. Su poesía madura, participa en algunas revistas literarias, se casa, tiene tres hijas. En tanto, la autodestrucción, el suicidio, la locura y el envilecimiento dispersan a sus amigos antifranquistas.

(más…)

«Un armario lleno de sombra». Lectura de Valentín Carrera

Antonio Gamoneda a los 8 años, en 1939, en la plaza de las Palomas de León.

Un armario lleno de sombra

LO PEQUEÑO ES HERMOSO / Un armario lleno de sombra”, memorias de infancia que Antonio Gamoneda escribe tras la muerte de su madre; “un libro que va a conmocionar”, en palabras de Luis Mateo Díez. ¡Y vaya si conmociona!

Por VALENTÍN CARRERA
(Artículo publicado en La Nueva Crónica de León, el 30/11/2020)

Mi memoria es frágil, pero el Notario Mayor de la Cultura Berciana, Miguel A. Varela, no me dejará mentir. El asunto ocurrió una tarde de verano: hacía mucho calor en Ponferrada y las huertas del Sacramento, a orillas del Sil, estaban desiertas a la hora en que se había anunciado un recital de poesía, con el poeta mismo de cuerpo presente. A la hora prevista, yo esperaba solitario ante la Casa de Cultura. ¿Me habré equivocado de día o será que juega la Deportiva? Eran las siete y media en punto de la tarde.

El poeta llegó, acompañado por Varela, y entramos los tres en un salón de actos que podría acoger sin agobios un congreso de tunas. Tras unos minutos de espera, el poeta nos dio una lección de vida que nunca he olvidado: «Ustedes han venido a escucharme, y yo he venido a recitar mis poemas; me merecen tanto respeto, aunque sean dos, como si fueran doscientas personas. Si ustedes quieren, comenzamos».

Y subiendo a la palestra, Antonio Gamoneda cantó su Tango de la misericordia, y declamó sus versos heridos y misteriosos para Varela y para mí, durante más de una hora gozosa y generosa. Luego, le acompañamos paseando hasta la estación y regresó a la que dicen capital.

No he vuelto a ver a Gamoneda desde aquella tarde de tierra y labios, de blues castellano, de lápidas y frío, de pérdidas y venenos, de existencia, muerte y poesía; pero esta semana hemos tenido los dos una larga conversación, agazapados en el interior de un armario lleno de sombra. Debo agradecer el encuentro a Héctor Escobar, infatigable hacedor de luz: «¿No has leído las memorias de Gamoneda, tío? Son acojonantes». La expresión no es muy culta, pero debo ser fiel al momento en el que un niño de ocho años, en pantalones cortos, me mira desde la plaza de las Palomas en 1939, con la misma expresión con la que sesenta años después nos dijo: «Si ustedes quieren, comenzamos».

(más…)

Álvaro Valverde sobre Antonio Gamoneda en la revista Turia: «Mirad, es bello y es verdad»

Mirad, es bello y es verdad.
Sobre la poesía de Antonio Gamoneda

Por ÁLVARO VALVERDE
(Artículo publicado en el nº 136 de la revista Turia)

A la vista de la ingente y hasta apabullante bibliografía sobre la obra poética de Antonio Gamoneda, al ponerme a escribir este texto sobre su poesía, consciente de mis limitaciones, he optado por trasladar al hipotético lector un relato lo más directo y cercano a lo leído y, en consecuencia, ajeno al discurso académico que tanto gusta a sus exégetas. Una lectura, en suma, y sólo eso; a sabiendas de que no soy filólogo y, como dice nuestro autor, “todas las lecturas son subjetivas” y “la realidad de una escritura se decide en la comprensión y el juicio de quien la lee”.

Sí he tenido en cuenta sus dos libros de memorias, Un armario lleno de sombra La pobreza, porque “mi vida y mi escritura […] son el mismo asunto” y “La poesía no se parece a la vida o tiene que ver con la vida, sino que es la vida”, así como sus propias palabras, algunas de las muchas que ha dedicado a reflexionar, no sin estupor, sobre lo escrito, ya sea en sus libros (la primera parte de La pobreza se titula justamente “La escritura”), en artículos o en las numerosas entrevistas que ha concedido, de las que sólo conozco una mínima parte.

Como la mayoría de los lectores de mi generación, descubrí el mundo poético de Gamoneda gracias a Edad (1987), la edición realizada por Miguel Casado para Cátedra donde reunía poemas escritos entre 1947 y 1986. Con ese libro, Gamoneda pasó de ser un perfecto desconocido, o casi, a conseguir el favor de los lectores y de la crítica. Al año siguiente obtuvo el Premio Nacional, inequívoco anticipo de los numerosos e importantes galardones que han venido después, incluido el Cervantes.

Aunque Gamoneda es un enemigo declarado del orteguiano método generacional, no por eso podemos soslayar lo anómalo de su caso. De entre las promociones poéticas del siglo XX establecidas por la crítica, cabe que didácticamente, el Grupo del 50, el de “los niños de la guerra”, al que pertenece cronológicamente, era y es uno de los más consolidados en términos de nomenclatura. Cuando vio la luz Edad, insisto, su nombre no estaba en la nómina nuclear o canónica, una lista que no estaría completa si faltara. Es verdad que si por algo se caracteriza su voz es por su absoluta singularidad. Ajena a cualquier marco teórico grupal, no sujeta a características compartidas o compatibles, sólo suena, y no es tópico, a ella misma. Ha sido forjada desde la fidelidad a unos pocos maestros: Lorca, Rimbaud, Mallarmé, Hikmet, Perse, Vallejo, Char, Trakl… Creadores de realidad, diría él, como Juan de Yepes. Y a influencias como los veterotestamentarios, la tragedia griega, el jazz, los espirituales negros, el surrealismo…

Escrita en “radical soledad y en resistencia”, Tomás Sánchez Santiago dixit, ha tenido imitadores, pero no discípulos. Estamos ante una voz grave y propia, en sentido estricto, que es inseparable de un mundo único: el suyo. En una entrevista publicada en Ínsula aseguró: “Ya he dicho muchas veces que toda, absolutamente toda mi poesía es autobiográfica”. Por eso es necesario recurrir, ya se indicó, a los mencionados tomos de memorias donde ha escrito, diría él, su infancia y su juventud. Entre otras cosas porque los considera parte de su poesía, aunque sea en prosa.

(más…)

El pintor Manuel Jular en «La pobreza» de Gamoneda

Referencia al pintor leonés Manuel Jular en la pág. 333 de La pobreza, segundo volumen de memorias de Antonio Gamoneda.

Manuel Jular, Ángeles Lanza y Antonio Gamoneda, durante un acto en León.

Gamoneda en los años 60, en un retrato del pintor Manuel Jular.

La postura de Gamoneda sobre la autonomía para León

HAZ UN CLICK para ir al vídeo y escuchar la explicación de Gamoneda en La Nueva Crónica….

Por DAVID RUBIO
Vídeo: LAURA PASTORIZA
Publicado en La Nueva Crónica, el 15-03-2020

Firmó porque se lo pidió un amigo, y según confiesa, a una determinada edad la amistad es más importante que todo lo demás…

Como trabajador de la Diputación, y por aquello de que sabía escribir, estuvo presente en la redacción del Estatuto de Autonomía de Castilla y León.
– Así fue, sí. Rodolfo Martín Villa y sus afines tenían la voluntad decidida de crear una gran comunidad, digámoslo así, para que tuviera peso dentro del conjunto de comunidades españolas. Siempre tuvo la idea de reunir todas las provincias que pudiese. Yo no sé si pensaba que iba a ser su feudo… no tiene importancia. Lo que tiene importancia son los hechos. Martín Villa actuaba en las reuniones de manera bastante autoritaria. Yo tomaba nota y redactaba las actas de esas reuniones que fueron en la Diputación. Luego, Martín Villa consiguió lo que quería, si no fue para él sería para otro, pero consiguió lo que quería al fin y al cabo.

Cuando firmó el manifiesto por la autonomía para el Viejo Reino de León explicó que no había valorado en exceso qué firmaba pero se lo había pedido un amigo.
– Ahora salen los leonesismos, la unidad de León sólo o con Zamora y Salamanca. A mí me da exactamente igual una institución aparentemente descentralizada del Gobierno, me da igual que sea de doce provincias o de una: no creo en ella. En esa incredulidad vino un buen amigo y me pidió la firma para ese manifiesto. Le dije que no creo en ello, pero que, si se empeñaba, que anotara mi firma. ¿Por qué? Porque no creo en ello, porque me da igual. Lo considero una trivialidad.

¡Muchísimas FELICIDADES a Antonio Gamoneda en su 89 cumpleaños!

Este sábado 30 de mayo de 2020,
el poeta Antonio Gamoneda cumple 89 años.

La mariposa ochenta y nueve (Diaethria marchalii). Foto: Juan Carlos Noreña Tobón (Risaralda, Colombia).