* Biografía

«La sobremesa» (2016), una foto de Vega

La sobremesa. ©Fotografía de José Ramón Vega.

«La sobremesa».  Esta imagen está tomada del muro de FB del fotógrafo leonés José Ramón Vega, y lleva, además de su firma, la fecha de  10 de enero de 2016. En ella aparecen los asiduos a una tertulia que se solía celebrar los sábados en León, y que reunía a amigos, en su mayoría pintores y escritores, algunos ya desaparecidos.

De izquierda a derecha: Amancio González Andrés, Luis Artigue, Ángeles Robles, (¿?),el Dr. José Cosamalón, Modesto Llamas Gil, Luis García Zurdo, José de León, Héctor Escobar, Gustavo Vega; sentados: Janick Le Men, Alejandro Vargas, Antonio Gamoneda, Pablo de la Varga.

Gamoneda, a sus 93 años

Antonio Gamoneda en una fotografía de Eloísa Otero.

Imagen de Antonio Gamoneda tomada el pasado 13 de febrero de 2025 en su despacho, ubicado en la galería de su casa, a donde el poeta acude cada día para escribir y seguir trabajando en sus proyectos, a veces durante muchas horas. «Yo no tengo días de descanso… No me va a dar tiempo a hacer todo lo que quiero hacer, pero tendré que hacer lo que pueda mientras pueda».

Un artículo de Alberto Pérez Ruiz, ex presidente de la Diputación de León, sobre Gamoneda y la institución provincial (2007)

[Este artículo de opinión se publicó en el periódico semanal Gente de León dividido en tres columnas sucesivas (con el título de «Apuntes de un peatón»), aparecidas entre el 30 de noviembre y el 14 de diciembre de 2007. Lo firma Alberto Pérez Ruiz (Logroño, 1935 – León, 2014), quien fue sacerdote (luego secularizado), profesor de matemáticas (en 1977 llegó a Catedrático de la asignatura en el instituto de Valencia de Don Juan) y, más tarde, alcalde de Valencia de Don Juan por el PSOE (de 1979 a 1995) y presidente de la Diputación de León (de 1984 a 1991).]

ANTONIO GAMONEDA
(1, 2 y 3)

Por ALBERTO PÉREZ RUIZ

El pasado día 22 de noviembre, en el Ayuntamiento de León, se nombró Hijo Adoptivo de la ciudad al insigne poeta Antonio Gamoneda en un acto del que se pude pensar que se ha dicho y escrito todo pero que presenta dos aspectos que merecen ser comentados en ésta y en alguna otra columna posterior.

El primero es que fue algo distinto y original, y no sólo en el aspecto formal en que la música jugó un gran papel central incluyendo una emotiva versión del himno de León. La acertada introducción de la concejala responsable de la ceremonia y el discurso del alcalde ilustrado con la reproducción sonora de la voz del poeta grabada en el año 1979 fueron un digno preludio para las palabras del homenajeado, nada convencionales sino muy espontáneas, sentidas y duras en su crítica a una sociedad que ha tardado tantos años en ver en una lápida una toma de postura distinta de la oficial sobre el cruel enfrentamiento que nos dividió a los españoles hace tres cuartos de siglo y cuyos recuerdos quedaron grabados en su memoria en los años de su infancia vividos en el barrio del Crucero.

Quería también decir que los motivos que tenía el Ayuntamiento para saldar en nombre de la ciudad la deuda que tenía con tan ilustre personaje, los tiene en mayor medida si cabe la Diputación provincial a cuyo servicio estuvo durante más de veinticinco años en unas condiciones manifiestamente injustas aunque esa situación de injusticia fuese producida principal y paradójicamente por causa de la «Justicia». No sé si estaré equivocado al pensar que la Diputación debería haber estado más presente en el emotivo acto del Ayuntamiento. Se habló en su día de un homenaje e incluso se daba la fecha de la fiesta conmemorativa de la Constitución que anualmente se celebra en el Palacio de los Guzmanes. Sea en esa o en otra ocasión, creo que también la provincia debe un reconocimiento público a quien está llevando el nombre de León por todos los países de habla española y que además, a pesar de las circunstancias nada favorables que le tocó vivir en ella, tanto y con tanta eficacia trabajó en el seno de la Institución leonesa más representativa.

(2)

En la columna anterior aludíamos a algunas cuestiones relacionadas con el homenaje que el Ayuntamiento de León dedicó el día 22 de noviembre al premio Cervantes de 2006 y que consistió en el nombramiento de hijo adoptivo de León. Creo que hubo dos alusiones que pudieron dejar intrigado al lector porque quedaron insinuadas pero no suficientemente aclaradas. Una se refería al trabajo de Antonio Gamoneda en la Diputación provincial. Decíamos textualmente que allí «estuvo durante más de veinticinco años en unas condiciones manifiestamente injustas aunque esa situación de injusticia fuese producida principal y paradójicamente por causa de la Justicia». El que hoy es una figura de las Letras cuya valía es internacionalmente reconocida, fue contratado por la Diputación provincial allá por el año 1970 y designado después para ocupar la más alta responsabilidad en los Servicios Culturales de la Institución. Una impugnación judicial interpuesta por otra persona que se consideraba con más derecho para ocupar la plaza por tener mejor titulación académica, privó a Gamoneda de la misma y fuimos cuatro los presidentes que intentamos, sin el deseado éxito, resolver una situación que para todos era injusta menos para los que tuvieron la responsabilidad de decir la última palabra, llegándose a la contradicción de que los trabajos más importantes le eran encargados al único en cuya capacidad confiábamos sin que ésta capacidad se correspondiese ni remotamente con el puesto administrativo que ocupaba y tampoco, claro está, con las retribuciones que recibía.

Y esta situación, por muchos esfuerzos que hicimos por resolverla, solamente se pudo paliar en parte dado el cúmulo de dificultades que se interponían y a causa también del elemental respeto que entonces se tenía a la hora de cumplir la normativa legal, respeto que parece haber disminuido o casi ya desaparecido.

Pienso que lo dicho habrá sido suficiente para que el lector haya entendido la deuda de la Diputación a la que nos referíamos la semana pasada.

El otro tema queda para la próxima semana.

(y 3)

Quedaba por aclarar otro de los aspectos que pudieron dejar un poco intrigados a los lectores de la primera columna que dedicamos a Antonio Gamoneda hace dos semanas. Nos estamos refiriendo a la alusión que hacíamos a la lápida que el Ayuntamiento ha colocado en la casa donde pasó los años de su infancia. Transcribimos a continuación el texto de la misma ampliado con el párrafo que se omitió para no alargar en exceso la inscripción. La parte de texto omitida aparee en cursiva y todo él es un fragmento de la obra LÁPIDAS editada en 1986: «Sucedían cuerdas de prisioneros; hombres cargados de silencio y mantas. En aquel lado del Bernesga los contemplaban con amistad y miedo. Una mujer, agotada y hermosa, se acercaba con un serillo de naranjas; cada vez, la última naranja le quemaba las manos: siempre había más presos que naranjas.

Cruzaban bajo mis balcones y yo bajaba hasta los hierros cuyo frío no cesará en mi rostro. En largas cintas, eran llevados a los puentes y ellos sentían la humedad del río antes de entrar en la tiniebla de San Marcos, en los tristes depósitos de mi ciudad avergonzada».

Nunca he entendido por qué cuando se habla de estos temas en seguida se agita el fantasma del temor a «reabrir heridas». No se trata de eso aunque también a veces las heridas deben reabrirse para ser curadas. Se trata del legítimo derecho que tenemos todos los españoles de conocer nuestra historia y aprender de ella. No se entiende por qué puede haber miles de lápidas por un lado y se tenga que tardar setenta años para colocar una diferente y eso amparados en la autoridad de un hombre de prestigio internacional.

Y además es evidente que en ninguna de esas lápidas que han llenado o llenan todavía las fachadas de las iglesias y las plazas de nuestros pueblos se puede percibir la belleza, la emoción, la ternura y el respeto a la vez dolorido y crítico que respira la lápida dedicada a Antonio Gamoneda, escrita con sus propios versos, y colocada desde el pasado día 22 en la casa donde vivió aquellos años tan vivos en su memoria.

Gamoneda y su esposa, María Ángeles Lanza, bajo la placa en la casa de la calle Dr. Fleming (León). Foto: Jesús / Diario de León.

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*NOTA desde Faro Gamoneda:

Cuatro días después de que Antonio Gamoneda recogiera el Premio Cervantes en la Universidad de Alcalá de Henares, el pleno de la Diputación de León aprobó por unanimidad (el 25 de abril de 2007) la concesión de la Medalla de Oro de la Provincia al poeta, tanto por su aportación al desarrollo de la vida cultural leonesa, como por su obra literaria. En la moción, firmada por el entonces presidente de la Diputación provincial, Javier García Prieto (PP), se justificó esta iniciativa en la aportación del poeta «al desarrollo de la vida cultural leonesa a lo largo de su vida laboral en la Diputación de León y en otras instituciones».

Tres meses después, en julio de 2007, llegó a la presidencia de la Diputación provincial Isabel Carrasco. La entrega de la Medalla de Oro se demoró, inexplicablemente, todavía quince meses más, hasta que el poeta la recibió un 31 de octubre de 2008, un año y medio después de que la institución hubiese aprobado su concesión.

Antonio Gamoneda, entre los 58 Doctores ‘Honoris Causa’ de la Universidad de León

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En el año 2000, Antonio Gamoneda se convirtió en el Doctor Honoris Causa número 19 de la Universidad de León, junto con Antonio Pereira, Eugenio de Nora y Ramón Carnicer.

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Gamoneda, ‘jefe de Estación’ del Tren de Matallana

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(…) Todos ellos recordaron su vinculación con el Tren Hullero, desde el alcalde (hijo y hermano de ferroviarios) al Subdelegado (nieto de minero, hijo de ferroviario y usuario de este ramal) y, por supuesto, los vinculados a la empresa. Le dieron la palabra al autor [Antonio Gamoneda] del más famoso poema dedicado a este ‘Tren de Matallana’, escrito en 1960 y reescrito en 2003. El autor de los famosos versos de “este es un tren de campesinos viejos y mineros jóvenes” hizo un repaso sentimental, literario y reivindicativo. Recordó que su mujer, Angelines, es natural de Garrafe, uno de los lugares que también cita en su poema: “Cruzan los pueblos de sonido humilde: Pardavé, Pedrún, Matueca…”, recordó a algunos escritores y artistas del entorno del tren (Basilio Fernández, Toño Llamas, Jesús Fernández Santos o García Zurdo, “el mejor vitralista desde la Edad Media hasta hoy”) pero, sobre todo, “quiero incidir en que estas causas sentimentales no sirven más que para alimentar la necesidad de que este tren vuelva a ser útil, necesario y crucial; como lo fue para los campesinos y mineros, como lo fue en el orden sanitario, administrativo y laboral; como fue importante en la resistencia a aquella larga dictadura que comenzó en 1936”. Por ello, aseguró que “un centenario es la feliz conmemoración del pasado, pero debe ser asimismo la necesaria conmemoración del futuro, porque este tren es una necesidad y la necesidad no se puede borrar, suspender, ni aplazar”, palabras que fueron recibidas con aplausos por los asistentes, en gran parte miembros de la familia ferroviaria, especialmente vinculados al viejo Hullero.

Uno de ellos, Chus, que fue Jefe de Estación en Matallana, salió para entregarle “en nombre de todos los trabajadores de la comarca una placa de Jefe de Estación”, gesto que agradeció emocionado el poeta que, señaló, “no concibo gesto más hermoso que este”. (…)

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El 30 de mayo de 2023, Antonio Gamoneda sopló 92…

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La Colección Provincia de Poesía / El activismo cultural de Antonio Gamoneda a principios de los 70

Existen dos artículos del profesor Francisco Martínez García sobre la Colección Provincia de Poesía, desde el principio vinculada a la Diputación de León, que creó y dirigió Antonio Gamoneda durante los años 70 y 80.

La Colección Provincia es una de las colecciones históricas e ineludibles de la poesía española. Nació en 1971, como un estímulo de la literatura, y en 2021 cumplió medio siglo de vida.

  • Martínez García, Francisco: «Provincia, colección de poesía». Revista Estudios humanísticos Nº1 [Colegio Universitario de León, Filosofía y Letras], 1979, págs. 131–134.
    https://doi.org/10.18002/eh.v0i1.6351
  • Martínez García, Francisco: «Provincia, colección de poesía», en Historia de la Literatura Leonesa. León, Ed. Everest, 1982, págs. 794-800 (amplía y completa bastante el artículo anterior, a partir de una entrevista con Gamoneda).

Biblioteca Pública Municipal ‘Antonio Gamoneda’, en La Pola de Gordón (1987), y telefonema de Antonio Pereira (1997)

La Biblioteca Pública Municipal Antonio Gamoneda se inauguró en mayo de 1987 en el municipio leonés de la Pola de Gordón.

Diez años después, el 24 de mayo de 1997, su amigo Antonio Pereira le envió este mensaje para celebrar el décimo aniversario de la biblioteca, al que no pudo asistir:

TELEFONEMA DE ANTONIO PEREIRA PARA ANTONIO GAMONEDA

Querido poeta amigo, sublevado pero no tan inmóvil, describidor de la verdad más que de la mentira, cantor taciturno de blues, vitalista a pesar de algunos fúnebres ramos con los que retrasas el avance de los venenosos líquidos y los animales blancos: te saludo en la Pola de Gordón, donde no tienes calle —que yo conozca—, pero sí una Biblioteca, o sea un templo, eso sí que es un protocolo serio.

Imagino el título honroso, ANTONIO GAMONEDA, en el frontispicio de la docta casa. Pero lo que envidio sin remisión es el sello de caucho. Seguro que hay un sello de caucho que se moja en un tampón y estampa tu nombre en papeles, en oficios, en certificados de IRPF y, sobre todo, en las hojas de los libros que leerán los pequeños y los mayores, los mozos —!y las mozas, Antonio!, ¿te acuerdas de las mozas?— en esa  comarca alta de la tierra de León.

No podré estar contigo. Estaré predicando en Santander, un sermón «alusivo» —como le pedían a nuestro cura Lama—, contra algún objeto típico de recuerdo y gastos pagos, ya sabes. Conque te hago llegar estas palabras. Son un telefonema, como se decía en la ferretería de mi padre, y van cargadas de amistad y dolor de ausencia.

«La poesía en los huesos», un homenaje de Violeta Serrano a Antonio Gamoneda en Cuadernos Hispanoamericanos (2023)

«Me pidieron homenajear a un maestro y elegí: Antonio Gamoneda«.

Aquí está ‘La poesía en los huesos’, un perfil íntimo del premio Cervantes, y un homenaje al poeta, publicado por la escritora leonesa Violeta Serrano en la revista (haz un click:) Cuadernos Hispanoamericanos.

Antonio Pereira y Antonio Gamoneda

(…) Pereira, que se recordaba de niño leyendo en la trastienda de la imprenta de su tío Tomás en Villafranca libros de José María Vargas Vila hasta que “se cruzó” por el camino Ramón María del Valle-Inclán y su Sonata de otoño, se asentó de joven en León, donde conoció a otro poeta. “Él era un joven escritor y yo aspiraba a serlo”, cuenta Antonio Gamoneda. Para las precariedades de la posguerra española, Pereira podía disfrutar de una “vida privilegiada” como “hombre de negocios” asentado al principio en el Hotel Regina, cuenta Gamoneda al recrear paseos hasta el final de Ordoño II compartidos también con el sacerdote Antonio González de Lama. “Fue un hombre, sobre todo, con una capacidad de comprensión interpersonal extraordinaria; y con matices irónicos, propios de las personas del Bierzo”, valora.

Pereira y Gamoneda estaban en la órbita, aunque “no en el cuerpo central”, de la célebre revista Espadaña. Sus encuentros “solían comenzar o terminar” en el Restaurante Los Candiles, donde pedían un par de raciones. Nacido el primero en el Bierzo y el segundo en Asturias, compartían algunas cosas (la condición de poetas y de leoneses de residencia), si bien Pereira “hacía sus contactos literarios en Madrid” y Gamoneda era “un chico malo provinciano”. No obstante, siempre hubo cercanía, basada muchas veces en “consultas recíprocas” que iban de lo literario o lo médico-farmacéutico. “Me llamó un día cerca de las doce de la noche. Y nos vimos en la cafetería del Conde Luna. Ya no recuerdo si era por un fármaco para la depresión o por un gerundio”, ilustra Gamoneda.(…)

  • «Retrato de Antonio Pereira: cien años del maestro del cuento con alma de poeta que elevó a arte la narración oral», por César Fernández, en ileon.eldiario.es

Poesía y pobreza en la obra de Miguel Hernández y Antonio Gamoneda, por José Ángel Leyva


Por JOSÉ ÁNGEL LEYVA
[Publicado en La Semanal, suplemento del diario mexicano La Jornada, el 21 de agosto de 2022]

Poesía y pobreza, esa relación compleja y profunda que nos toca y conmueve en la obra de Miguel Hernández (Orihuela, 1910-Alicante, 1942) y de Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931) a quien se convoca aquí, entre otros poetas y pensadores, para tratar de responder la pregunta: “¿cómo se puede vencer la estrechez, las carencias y, en muchos casos, la miseria para alcanzar tales niveles de expresión lírica?”.

No es lo mismo hablar de la pobreza o escribir de la pobreza que hacerlo desde la pobreza. Miguel Hernández escribió desde la carencia y desde la cárcel, la guerra y la derrota. Su poesía y su biografía se amasan desde la más absoluta orfandad social y desde la rebeldía, desde una vocación casi natural por las palabras que alteran la realidad y la convierten en fundamentos estéticos y en sustancia humana por consecuencia. Alguna vez, conversando con Antonio Gamoneda, años antes de que escribiera y publicara su segundo volumen autobiográfico titulado justamente así, La pobreza, me comentaba su deseo de reflexionar más acerca de esa relación entre la pobreza y la poesía escrita desde la experiencia del desheredado y sus penurias. Para él, César Vallejo y Miguel Hernández representan dos referentes insoslayables del tema y, seguramente, dos figuras de la poesía universal. Cervantes sería en su perspectiva el tercer referente español que escribió desde y en la pobreza. La pregunta que surge es: ¿cómo se puede vencer la estrechez, las carencias y, en muchos casos, la miseria para alcanzar tales niveles de expresión lírica?

Gamoneda piensa, con Marx, que la conciencia de la pobreza es revolucionaria. Vallejo, Hernández y Gamoneda son sujetos con conciencia social, de clase. Los tres pertenecen a un momento donde la violencia se enseñorea y la destrucción arrasa con millones de vidas, se cocinan genocidios de proporciones inconcebibles y la esperanza de humanización abre paso al escepticismo. Pero no es el caso de estos tres poetas que ven en sus vidas y en sus escrituras un camino hacia la libertad y el amor entre los hombres. La conciencia de la pobreza alimenta e impulsa la rebelión contra esa condición de injusticia de quienes nada tienen contra quienes se apropian de su fuerza de trabajo.

:: Conciencia lingüística, estética y de clase

Cito unas palabras del discurso de recepción del Premio Cervantes, año 2006, en el que Gamoneda hace referencia al tema en cuestión: “En nosotros, ‘los de la pobreza’ […] los que nos hemos acercado al conocimiento de forma principalmente intuitiva y solitaria (prefiero no decir ‘autodidacta’, una palabra que me parece imprecisa), la subjetivación radical y el patetismo resultarán naturales, y nuestro lenguaje no estará ‘normalizado’ porque (en sí mismo y por sí mismo) será un lenguaje poética y semánticamente subversivo. El sufrimiento de causa social es nuestro sufrimiento y penetra […] nuestra conciencia (estética y) lingüística.”

(más…)

«Antonio Gamoneda», por Alberto Pérez Ruiz (1993)

Alberto Pérez Ruiz (Logroño, 1935 – León, 2014) fue presidente de la Diputación de León desde 1984 a 1991.

DESDE COYANZA

«ANTONIO GAMONEDA»

Por ALBERTO PEREZ RUIZ
Artículo publicado en el diario La Crónica de León, en diciembre de 1993

Considerando las cosas objetivamente, creo que es difícil que se pueda dar en otro momento histórico la circunstancia que se da en el presente: que una provincia española pueda presumir de haber dado a la lengua castellana tantos escritores de primera línea en activo como son hoy los escritores leoneses. Sin pretender que sea exhaustiva, hagamos una enumeración de esta nómina que abarca los más variados géneros literarios como son la poesía y la prosa, y, dentro de ésta narrativa, el cuento, el ensayo y hasta la investigación en varios campos: Victoriano Crémer, Antonio Pereira, reciente ganador del premio de cuentos “Torrente Ballester”, Juan Pedro Aparicio, José María Merino, Luis Mateo Diez, Julio Llamazares, Agustín Delgado, Florentino Agustín Díez, Luis Alonso Luengo, Ramón Carnicer, Antonio Castro, Luis López Álvarez, Valentín García Yebra, Gaspar Moisés Gómez, Luis López Álvarez, todos ellos entre los que considero amigos. Y Andrés Trapiello, José Antonio Llamas, Ángel Fierro, Juan Carlos Mestre, Antonio Colinas, Ildefonso Rodríguez, Jesús Torbado, Elena Santiago, César Aller y Josefina Rodríguez Aldecoa, entre los que admiro pero no he tenido la suerte de tratar.

Estoy seguro de que todos ellos van a comprender que, puesto a rendirles un humilde homenaje, haya elegido como título y paradigma de la primera entrega, puesto que dudo si podré agotar hoy todo cuanto quiero decir sobre el tema, al que es para mí, si no me atrevo a decir el mejor, sí desde luego el más querido y admirado. No en vano he convivido con él ocho años y durante ellos he tenido la inmensa suerte no ya sólo de conocerle sino de aprender de él en varias facetas de su destacada personalidad: he conocido y he aprendido de Gamoneda poeta, de Gamoneda prosista, de Gamoneda crítico y experto en varias artes que van desde las pictóricas hasta las gráficas, y principalmente de Gamoneda persona y amigo.

Hay más motivos para personalizar de alguna manera en él este comentario sobre los escritos leoneses. Es el más desconocido de todos, al menos si se toma como referencia el conocimiento y admiración de que goza fuera de nuestras fronteras provinciales y nacionales. Seguramente muchos de los que le han llamado y siguen llamando para recitar poemas, dar lecciones magistrales o participar activamente en cursos universitarios en León, Oviedo, Santander, Madrid, Sevilla, Zaragoza, Barcelona, Lima, Cuzco, Illinois, Colonia, Bonn, Zurich o Berna, no se podían imaginar que su trabajo diario discurría en una pequeña oficina del edificio Fierro de su León, en la que se dedicaba a recoger y seleccionar originales de la revista Tierras de León de la que ha sido el alma durante años, o a seleccionar, dirigir la edición y corregir pruebas de las distintas publicaciones de la Diputación o a ayudar a un presidente de esta institución a superar las dificultades que encontraba para expresarse en un buen castellano. No sólo hizo eso Gamoneda. En el periodo en que hemos colaborado, este hombre que se ha autotitulado «extra académico» dejando un poco en entredicho a la «academia» ha hecho muchas más cosas de las que fui testigo. Por ejemplo, dio el impulso inicial a un ambicioso plan de recuperación del acervo cultural leonés, plan que abarcó desde varios monumentos arquitectónicos comenzando por Carracedo, hasta la indumentaria y la arquitectura popular pasando por los yacimientos arqueológicos, las canciones, los romances y los cuentos. Todo este proyecto se realizó a satisfacción aunque quedase sin hacer una parte a pesar de la ilusión y el repetido esfuerzo que ambos compartimos y que se estrellaron con una serie de impedimentos coincidentes. Se trataba de lo que es hoy todavía una asignatura pendiente: el catálogo monumental de la provincia, lo que los dos conocíamos por el «nuevo Gómez Moreno».

¿Hacen falta más razones para justificar mi elección o mi predilección por este poeta con el que comparto un leonesismo militante aunque sea de adopción? Pues recordemos los premios y galardones que ha recibido y principalmente los dos que más le honran y enorgullecen: el de Castilla y León de las Letras en 1985 y el Nacional de Literatura de 1988 por su libro Edad. Entre sus obras solo cito las dos que escribió en nuestros tiempos de convivencia, esto es la anterior y El libro del frío, que vio la luz ya en 1992. Y en la lista de justificaciones no podemos dejar de mencionar el hecho de que acaba de dejar su actividad profesional. Y lo ha hecho con un silencio tal que, si bien a él le honra y está en consonancia con su vida, a otros nos pesaba como una losa y nos exigía algún grito que lo rompiese al menos simbólicamente. Y este grito debe de incluir la esperanza y el deseo de que esta circunstancia le permita disponer de mucho tiempo y mucha tranquilidad para dedicarlos a la creación artística.

Sé muy bien que, cambiando las circunstancias personales, el canto o intento de canto de alabanza que acabo de hacer de Antonio Gamoneda podría hacerse de todos los que enumeramos al principio y de otros que no he citado. Esa es precisamente la importancia del hecho que hoy quería destacar y que demuestra mi tesis inicial. No aspiro a decir de ellos lo que se merecen sino lo que soy capaz en este que he llamado humilde homenaje y que voy a concluir con una reflexión a mitad de camino entre la seriedad y la broma: ¿Imaginamos lo que ocurriría en otras provincias o regiones de este país si contasen con una pléyade de escritores como la que nos sirve a nosotros de orgullo? No debemos caer en los errores en que otros posiblemente caerían pero tampoco podemos ni debemos ignorar la realidad.

Y como se acercan las fiestas navideñas, tiempo de lectura y de regalos, me apetece terminar con un consejo a modo de consigna: lea usted un libro de autor leonés, regale usted un libro de autor leonés. Y no sólo ni principalmente por defender y promocionar lo nuestro, sino porque son los mejores.

Nota de despedida. Cuando ya estaba redactado este artículo me llamó el director del periódico para anunciarme la remodelación de esta sección. Decidí entonces publicarlo sin ninguna modificación y añadir al final dos reflexiones: primera, que debo dar las gracias a La Crónica 16 por haberme ofrecido generosamente esta tribuna durante 87 semanas y en particular a Lolo por su genial colaboración durante las 22 últimas. Y en segundo lugar, que pienso que no ha podido elegir la casualidad mejor oportunidad para finalizar esta mi primera experiencia de columnista semanal. Y es que esta columna última ha salido, quizás como ninguna otra, del cariño que siento hacia León y sus gentes.

«El rastro borroso del vigilante», por David Santamarta

Ilustración: Lucas Santamarta.

El rastro borroso del vigilante

Por DAVID SANTAMARTA

Oficio de mirar, un dietario póstumo de Pereira, sirvió como disculpa para el encuentro. Me presenté en la casa una tarde de noviembre. El poeta estaba en la planta de arriba, en su cuarto de escritura. Me recibió en pijama de caballero, enfundado en una bata. La calefacción zumbaba. Pla dejó dicho que es en otoño cuando se hace la vida de invierno; al despuntar los ajos y florecer los almendros el aire se llena ya de primavera.

Hablamos de Pereira. Le cuento que en el libro le menciona varias veces. Uno de los pasajes, reincidente, da cuenta de una jornada compartida y deja ver cierta complicidad. Compartían cuitas. El otro le tiene llamado al filo de la madrugada y la cita, a esas horas, era en la cafetería del hotel Conde Luna, a lo mejor por una coma o por la conveniencia de un gerundio. Exageraciones.

Peco de indiscreto y pregunto a bocajarro por Jorge Pedrero, el vigilante de la nieve. Una escueta reseña junto a una fotografía en el tríptico de una exposición que conmemoraba al Cervantes era entonces todo lo que sabía de aquel hombre que parecía haber guiado al joven poeta. Recibí una respuesta parca y cejuda. Angelines intervino con naturalidad para desvelar una muerte temprana y escogida.

A continuación hablamos algo de los jóvenes. Su nieta se aplica en la universidad. Pesaroso, le digo que uno de mis hijos ha dejado los estudios que concienzudamente había elegido un par de meses antes. El poeta alzó entonces los dos brazos con entusiasmo:

—¡Que duude …, que duude!

Angelines, curiosa, pregunta a botepronto si se duerme bien la noche antes de operar. Es cierto que a veces, antes de una cirugía, el sueño es quebradizo y la noche avanza lenta, zozobrando. Querrá saber, pienso, qué puede haber de específico en un oficio familiarizado con el límite entre la vida y la muerte, queriendo resolver. La desengaño; es una ocupación tan mercenaria como otra cualquiera. El médico no sirve donde hace falta, sino donde más le conviene. Al cabo nos despedimos. Al bajar la escalera me detuve brevemente en un par de óleos de Pedrero.

Encontré de nuevo al pintor, esta vez en un libro, bajo el epígrafe “la labor no consumada”. Aparecía la misma fotografía del tríptico y a todo color los cuadros que había visto en la casa del poeta. El texto de aquel libro citaba la reseña publicada en una revista institucional cuando finalizaba el año 1969, y con él, una década de prodigios. Además de informar sobre el fallecimiento del pintor, denunciaba el olvido a que había sido sometido. Casi a vuelta de página, como un incómodo vecino, llegaba la glosa de la vida provincial. El jefe del estado había visitado la provincia para inaugurar un mirador que llevaba su nombre en el puerto de Panderrueda, en el paraje de Piedrashitas, con formidables vistas al macizo central de Picos de Europa. El Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento don …, ofreció el Mirador a Su Excelencia que contestó con estas breves frases… El rastro del pintor, siempre borroso, apareció de nuevo en las páginas de La pobreza.

Antonio Gamoneda, poesía y memoria

«No sé si la voluntad de escribir sobre mi infancia —de escribir mi infancia— tiene alguna causa. El olvido progresa en mí y se hace parte de un silencio intelectual que, fugazmente, me proporciona algo parecido a un bienestar. Un bienestar vacío. En el olvido están los recuerdos. Advierto que mi aprendizaje de vejez no es otra cosa que la forma que adoptan ahora en mí el pasado y sus sombras». Así comienza Antonio Gamoneda el relato de su vida.

POESÍA COMPLETA

En “Esta luz” se reúnen todos los libros de poemas escritos hasta 2019 por Gamoneda, quien, desde su condición solitaria, ha ido construyendo una de las obras más sólidas, personales y renovadoras de la poesía española contemporánea.
El primer volumen reproduce la edición original de 2004, con un texto nuevamente revisado y corregido por su autor. El segundo, recupera para la poesía “Libro de los venenos”, publicado originalmente en 1995, y recoge, fuertemente revisada y en algunos casos reescrita, toda su producción poética desde 2005, incluidos un conjunto inédito, “Las venas comunales”, y sus últimos poemas.

MEMORIAS

Además, los volúmentes «Un armario lleno de sombra» y «La pobreza» recogen sus memorias. En «Un armario lleno de sombra», primer volumen, se convierten en narración e historia. El resultado es este libro, unas memorias de infancia desde el momento en el que estalla la guerra civil española hasta el día antes de cumplir catorce años. «La pobreza», segundo volumen de las memorias del poeta, es a la vez un autorretrato del artista como anciano y un fresco vivísimo de una sociedad atenazada por la miseria moral.

Todos estos libros han sido publicados por el sello editorial Galaxia Gutenberg.

El 90 cumpleaños de Gamoneda en la prensa

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