«El hospital y el sinsonte, aprender a volar» / Un libro de Fernández de Molina con Gamoneda, en la galería Ármaga

El poeta Antonio Gamoneda y el pintor Javier Fernández de Molina presentan en la galería Ármaga (León) la exposición del segundo –de pintura, grabado y cerámica– y el libro conjunto titulado «El hospital y el sinsonte, aprender a volar». Grabado y poesía se entrelazan en esta obra única, fruto del diálogo creativo entre el artista extremeño y el poeta astur-leonés. La muestra se podrá visitar hasta el 23 de julio de 2025.

Reproducimos un texto explicativo de Fernández de Molina y Gamoneda sobre la gestación de esta obra y, más abajo, un texto del poeta leonés Víctor M. Díez escrito para la ocasión:

EL HOSPITAL Y  EL SINSONTE, APRENDER A VOLAR

Por JAVIER FERNÁNDEZ DE MOLINA y ANTONIO GAMONEDA

Agradecemos con voluntad amistosa la visita a esta exposición en la Galería Ármaga. En ella presentamos, con singular empeño, el libro de grabados que, mediando una intención quizá sospechosa, hemos titulado EL HOSPITAL Y  EL SINSONTE,  APRENDER A VOLAR.

El libro está  compuesto por 13 grabados que conciertan diversas técnicas, y un poema, con la particularidad de que éste no es una mera aportación literaria, ya que, manuscrito, el texto se incorporó a los elementos matrices y se integró  en la composición figurativa.  Cabría decir que el ensamblado visual de estas presencias hace “legibles” precisamente los rasgos figurativos, ya que los signos lingüísticos se funden con los originariamente picturales.

Hacemos ahora una anotación que puede resultar obvia. Cuanto en cada pieza se advierta portador, por sí mismo, de naturaleza pictórica, procede del trabajo de Fernández de Molina. La literalidad, las significaciones expresas y la escritura manual, son de Gamoneda. Sin perjuicio de estas atribuciones, nos hemos concertado en profundidad, de modo que la realidad conceptual no se diversifique, sino que responda a análoga actitud  del pensamiento.

Para evitar interpretaciones desviadas, hacemos aquí una puntualización relativa a la localización y los tiempos de los movimientos que se dieron en el trabajo. Interesa retener que estos movimientos no pueden ser simultáneos de los dos autores, sino necesariamente sucesivos.

El libro se inició con unas veinte líneas de texto poemático que confirmaban esencialmente el tema  y los acuerdos previos, de los autores. Seguidamente, se dio un tramo dibujístico que produjo matices y variantes. El poeta, procurando ya la “obra integrada”, los hizo suyos en gran parte, y produjeron cambios textuales en el literal ya redactado del poema.

La continuidad y la repetición de esta mecánica (muchas veces en orden inverso), explica las variantes, recíprocamente suscitadas, que, sin embargo, no son imprevisibles ni casuales, ya que las “negociaciones” y los cambios efectivos pueden darse y repetirse tantas veces como se haga necesario. En realidad, los dos autores hemos podido llegar a una comunidad conceptual y sensible que nos permite entender nuestro trabajo como hemos dicho: como obra única.

Aún nos parece necesario un aviso de  cierta importancia. Sea el siguiente:

La literalidad manuscrita del poema, tal como se incorpora a los grabados, no es exactamente la misma –no puede serlo– que la que se lee en el poema, ultimado y completo, que aparece en hojas de papel acetato, impresas y encartadas al final del libro. Los sucesivos fragmentos incorporados a la obra, hubieron de redactarse, sucesivamente y por separado, acompañando y concertándose con el trabajo, también sucesivo, del grabador. Finalmente, como en cualquiera otro modelo de escritura poética, pero en modo quizá más radical,  hay que unir y acomodar estos fragmentos, unos con otros, para lograr la composición final y total del poema. Esta tarea, aun respetando la esencialidad poética, habrá creado nuevas y numerosas variantes. 

Nos gratifica y enorgullece mostrar la mecánica interna y creacional de esta obra. Esto es todo. Reiteramos nuestro saludo y nuestra gratitud.

MÁS VALE PÁJARO PINTADO QUE CIEN TELEDIARIOS

(A partir del libro de Antonio Gamoneda y Javier Fernández de Molina,
EL HOSPITAL Y EL SINSONTE, APRENDER A VOLAR)

Por VÍCTOR M. DÍEZ

En la mata de ateje canta el sinsonte – Eliades Ochoa y el cuarteto Patria

Por si ustedes se preguntan, sostiene Gamoneda haberse sentido apelado por la llegada alada de un pájaro ‘real’ a la aséptica y hermética habitación de un hospital. Tan real y más real que la vida misma: ‘eso tiene una temperatura’, dice hablando de la fiebre, ‘es pura biología’. Habla de una realidad frente al ‘realismo’. ¿Inverosímil?, se pregunta. Lo inverosímil será que un niño de diez años se suicide. Ese pájaro, al que bautizó sinsonte, era real y hubiera podido tocarlo con su mano, aunque nadie quisiera reconocerlo.

Sostiene Antonio el pájaro en la mano y quiere llamar a quien sabe poner ‘luz en los ojos que tú mismo has creado’, el pintor extremeño Javier Fernández de Molina, para decirle: ‘es nuestro pájaro’ y ‘dice el pájaro que vayamos’. Lo común y la injusticia; la pobreza y la poesía. Mendrugos de realidad que endurecen los corazones.

La realidad es poética si van a ver. Del tipo del poeta Vallejo, que dejó su estela en el aire de este país y esta provincia. Y luchó por nosotros y con nosotros y nos convoca cada tanto y por eso le invocamos.

El poema se va haciendo, se va dibujando en una suerte de intercambio de los hurmientos. Un toma y daca de lentitud y paciencia. Hasta crear, sostiene Gamoneda: ‘una comunidad conceptual y sensible que nos permite entender nuestro trabajo como hemos dicho: como una obra integrada y única’.

No me pidan explicaciones de lo que es tan real ante sus ojos. Pues, ni la caligrafía de la escritura de Antonio –bella, proto-egipcia, cirujana, esculpida–; ni la oralidad del otro, Fernández de Molina –luso-pacense, romaní, elíptica, salvaje… y con trazas húngaras al aparato– parecerían armas poco esclarecedoras para la ‘comprensión lectora’. Hablemos pues, atiendan a la invitación, de la comprensión poética, esa que por serlo es comprensible en sí misma y tan inexplicable como un pájaro que vuela en una habitación cerrada. El libro es de ver, es de abrir, es de escuchar. El libro es de leer con los ojos cerrados y la mente abierta. Este libro es una fiebre amistosa para sentir el jipío del planeta.

A esta güija de hospital, llegó el sinsonte para anunciarnos que siempre nos quedará el camarada Vallejo entre los platos rotos del mundo y sus miserias. Y lo hizo con la naturalidad infantil de aquella fórmula mágica: ‘me ha dicho un pajarito…’

:: Sobre Javier Fernández de Molina

Javier Fernández de Molina (Badajoz, 1956) se formó en la Academia Arte-Estudio de Sevilla y, más tarde, se licenció en la Escuela Superior de Bellas Artes «Santa Isabel de Hungría». En 1982 da comienzo su primera etapa como artista, con obras en las que se observa una conjugación de elementos expresionistas en el trazo y de elementos poscubistas en lo referente a la luz y al color. A partir de 1988 se centra en los rasgos más definitorios de su pintura actual, en el predominio de valores cromáticos y gestuales.

Su pintura es reflexiva, tiene una enorme influencia poética, que ilumina la composición y que provoca el infinito convertido en luz. Su obra, siempre con una base figurativa, crea un mundo de sensaciones a través de un uso explosivo y onírico –lleno de veladuras– del color.

En Mérida fue cofundador, junto con los pintores Miguel Ángel Galano y Luis Ledo, con el fotógrafo Ceferino López y con Antonio Gómez, de «Paso a Paso», revista gráfica. Ha realizado colaboraciones con multitud de artistas a lo largo de su carrera, así como ilustraciones para libros de poemas de Juan Miguel Ullán, Ángel Campos Pámpano o Luis Landero, y portadas de discos… Fue amigo de Camarón de la Isla y fruto de esa amistad fue la ilustración del disco Flamenco Vivo (único disco de concierto en directo de Camarón), Obras Completas y Camarón nuestro

Es autor de numerosas series dedicadas a temas heterogéneos, mostrando con ello su versatilidad, su adaptación a diferentes motivos artísticos: «Paletas», «Polifemo», «Guadiana», «El Teatro Clásico de Mérida», «Soleá-Bulerías», «La ciudad blanca», «Entre líneas», «Don Quijote y compañía», «Por el mar de mi mano», «Integral», «Los arenales de la madrugada», «Tauromaquias», «La ruta de la seda»…

Su sólida y prolongada trayectoria artística está avalada por numerosas exposiciones individuales en Badajoz, Mérida, Sevilla, Cáceres, Pamplona, Madrid, Zafra, Hervás, Don Benito, Bilbao, Granada, Alentejo, México D.F., Villafranca de los Barros… En 2019 fue galardonado con el “Premio de Cultura Gitana 8 de Abril” por su trayectoria y por su sensibilidad y colaboración con el pueblo gitano. 

Javier Fernández de Molina. © Fotografía: Félix Méndez.

:: Sobre Antonio Gamoneda

Con solo tres años, Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931), ya huérfano de padre (de su mismo nombre, poeta en la órbita del modernismo que publicó un solo libro, Otra más alta vida, en 1919), se trasladó con su madre a León. Para sus ojos infantiles, el barrio leonés de El Crucero, donde se instalaron al principio, fue un observatorio “privilegiado” de la represión llevada a cabo por los nacionales durante la guerra civil y la inmediata postguerra.

Desde 1979 hasta su jubilación en 1991 fue director gerente de la Fundación Sierra-Pambley, creada en 1887 como una especie de apéndice de la Institución Libre de Enseñanza orientado a la educación de campesinos y obreros. De poesía o en torno a la poesía ha publicado una veintena de libros, entre los que destacan: Sublevación inmóvil (1960), Descripción de la mentira (1977), Blues castellano (1982), Libro del frío (1992), Libro de los venenos (1995), ¿Tú? (1998, en colaboración con el artista Antoni Tàpies), Arden las pérdidas (2003), Cecilia (2004) o Canción errónea (2012). Sus ensayos aparecen recogidos en El cuerpo de los símbolos, y su obra poética completa se editó por primera vez en 2004 con el título de Esta luz.

El poema más antiguo que conserva fechado es de 1947 y dice así: “Te beberé el cabello / y cerraré los ojos. / Tú seguirás manando / tu cabello / turbio de besos”. Buena parte de sus obras ha sido traducida a distintos idiomas (francés, portugués, sueco, árabe, hebreo, neerlandés). Ha participado, con lecturas, poemas y conferencias, en cursos y encuentros de instituciones y universidades de toda España y países de Europa, América, África y Asia. En 1985 fue Premio Castilla y León; en 1988, Premio Nacional de Literatura por su libro Edad; posteriormente, Premio de Literatura de la Comunidad de Madrid 2005; Prix Européen de Littérature 2006; Premio Reina Sofía de Literatura Iberoamericana 2006 y Premio Cervantes 2006, por el conjunto de su obra en estos cuatro últimos casos. Es doctor honoris causa por la Universidad de León y por otras cuatro universidades latinoamericanas.

Antonio Gamoneda. © Fotografía: José Ramón Vega.

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