Ernesto Escapa sobre ‘Descripción de la mentira’ de Gamoneda / «Crónica de un estrago moral» (1978)

Reseña de ‘Descripción de la mentira’ de Ernesto Escapa, publicada en 1978.

«DESCRIPCIÓN DE LA MENTIRA», DE ANTONIO GAMONEDA

CRÓNICA DE UN ESTRAGO MORAL

Por ERNESTO ESCAPA
[Artículo-reseña publicado en la pág. 4 de INFORMACIONES de las ARTES y las LETRAS, el 5 de octubre de 1978]

«¿Recordáis a Don Quijote vencido, camino de su aldea, cuando, durmiendo en el campo, una piara de cerdos le pasa por encima? Nunca busco en Don Quijote más de lo que Cervantes dice; pero, a pesar mío, veo ahí una imagen de lo que con el poeta hacen los críticos». (Luis Cernuda)

Ernesto Escapa.

A nadie puede extrañar que mi comentario se inicie con una señal de alerta hacia el descuido con que la crítica ha dejado pasar este libro auténticamente excepcional. Ya se entiende que esta circunstancia no constituye ninguna condena, sino el mejor aval para acercarse a cualquier lectura realmente «nueva». En este sentido, la historia de la literatura es una dama lo suficientemente vetusta como para ahorrarnos mayores explicaciones. En todo caso, y aunque la cuestión no deje de ser puramente doméstica, ofrece evidente interés semejante puntualización, porque la razón última de ese descuido radica en la propia condición innovadora del libro. Se trata de un vasto poema cuya originalidad pone en entredicho al intermediario habitual y exige del crítico una lectura activa, sin anteojeras, una respuesta de lector inquieto. ¡Algo tan difícil!

Descripción de la mentira*  se instala, con voluntad de transgresión, en las siempre inciertas fronteras entre la lírica y la épica. Integrado en esta corriente —galvanizadora, de una parte, de la mejor poesía contemporánea e insólita entre nosotros, fuera de las tentativas de Cernuda—, cuyas indagaciones pugnan por establecer un nuevo formato de poesía narrativa, el libro de Gamoneda se revela como testimonio de una perplejidad colectiva, vehiculando, en toda su diversidad y riqueza, algunas de las conjeturas morales más acuciantes de nuestro tiempo.

LA SOLEDAD DEL ESCRITOR DE FONDO

Y bien. Existen ciertamente, algunos datos capaces de explicar —¡nunca justificar!— parcialmente la callada de la crítica ante Descripción de la mentira. Es un escritor y poeta maduro, Antonio Gamoneda, perteneciente a la generación de los cincuenta y pertinaz outsider, quien ofrece este poemario sorprendente, con lo cual invalida el manido y tosco recurso de perdonar la vida, la rutinaria benevolencia con las veleidades experimentales de un joven promesa. Ninguna de estas salidas de pie de banco sirve al caso. Estamos ante un raro acontecimiento que no encaja en ninguno de los numerosos compartimentos acotados por nuestras escuelas poéticas: sin duda, una de las respuestas literarias más altas ofrecidas hasta el momento a la ramplonería asfixiante de la etapa apellidada posguerra. Otras explicaciones inciden en la modorra inherente al ejercicio crítico en la cultura española actual. Una obra ajena a los corrales pisoteados por nuestra poesía última y penúltima —que se vincula desde su altanería estética con poéticas cruciales en la lírica contemporánea, como las de St. John Perse o Georg Trakl— y una trayectoria indolente y rigurosamente autocrítica, sin concesiones a la pavitonta vanagloria, han conseguido esta doble vitalidad: el desdén —perdón por la insistencia— de la crítica menos despierta y la intachable madurez de una obra sorprendente por su riqueza de matices. No se trata, pues, de un descuido fortuito. Ocurre, sencillamente, que a algunos críticos la boina calada les impide distinguir el orégano de la jara.

POEMAS RODEADOS DE SILENCIO

Antonio Gamoneda compone, con singular ejemplaridad, la siempre admirable figura del intelectual de/en provincias. Nacido en Oviedo en 1931 y residente en León desde 1934, su forja literaria se produce en un clima muy peculiar, al calor de la revista «Espadaña», en cuyas páginas publica sus primeros poemas.

En 1949, en la colección «Verbo», de Alicante, publica su primer libro de poemas, La tierra y los labios. Esta primera zona de su obra responde a unos presupuestos miméticos respecto a la poética del entorno, si bien denota ya una inquietante calidad formal y una clarividencia poco común. A esta temprana eclosión sucede una década de silencio que coincide con la puesta en cuestión de las opciones que habían conducido la poética de los cuarenta. En 1960, Adonáis publica su segundo libro, Sublevación inmóvil, que había quedado finalista, junto a Enemigo íntimo, de Antonio Gala; del premio obtenido por Francisco Brines con Las brasas. A estas alturas, con la lección bien aplicada, Gamoneda prefiere olvidarse de su primer libro juvenil y presenta un mundo muy personal, sin referencias perceptibles, cuyas opciones capitales, no obstante, encajan perfectamente en los presupuestos de la nueva generación surgida a mediados de los cincuenta y en la que cronológicamente se halla inserto.

POETA DE LA REALIDAD

No puedo extenderme en torno a la significación de Sublevación inmóvil, pero tampoco quiero omitir ciertas notas que considero cardinales en una trayectoria que ahora ha dado su fruto más granado. Se trata de un conjunto de poemas elegiacos, imprecatorios, amorosos, que se articulan alrededor de una temática universal y eterna —la tensión entre la belleza y el dolor, la justicia y la mentira, el tiempo y el amor— con una precisión que no escabulle la denuncia. Un conjunto de poemas que apuntan a lo trascendente desde la cotidianeidad; en conclusión, un libro que «ideológicamente» no podía ser premiado por Adonáis.

Ya en la década de los sesenta, colaborará desde la sombra en la puesta en marcha de la revista «Claraboya» (1963-1968) —uno de los puntos de referencia imprescindibles para el correcto entendimiento de la poesía de estos años—, en cuyas páginas publica con cierta frecuencia poemas, críticas y traducciones de Nazim Hikmet y poetas negros. De mediados de los sesenta es su tercer libro, todavía inédito, Blues castellano, cuya aparición en Ciencia Nueva prohibió la censura. Sigue siendo el eslabón perdido en ese desarrollo —nunca contradictorio, sí desconcertante— que culmina en Descripción de la mentira.

A finales de los sesenta se incorpora como secretario a la recién creada Institución Fray Bernardino de Sahagún, en cuyo seno lleva a cabo una impagable labor cultural: Bienales de poesía y artes plásticas, colección Provincia de libros de poemas, galería y encuentros de arte. La nueva década viene marcada por una mayor constancia pública de su permanente dedicación al impulso y aliento —ahora con las poderosas armas de la galería y las colecciones editoriales que dirige— de nuevos artistas y escritores en un diálogo estimulante y exigente a la vez, cuyos frutos no se hacen esperar. Es la época en que realiza diversos libros del género de arte y encargo, y ejerce la crítica de arte en la Prensa local y publicaciones especializadas, con algún libro de la especie, entre los que destaca su monografía sobre el realismo en la pintura española de posguerra. Este es el balance previo a Descripción de la mentira, contribuciones inevitables para la supervivencia provinciana del artista: un personaje tenazmente dominado por una desdeñosa indolencia hipercrítica, fiel compañero de la perplejidad.

UNA PROSODIA SOLEMNE

Obra lujosa, de líneas simples y puras, de latidos bien perceptibles, Descripción de la mentira se revela como testimonio histórico y mucho más, donde las motivaciones biográficas, que suelen quedar púdicamente insinuadas, son relanzadas al plano de la experiencia colectiva en que tuvieron origen. De este modo, una lectura temática, anecdótica, arrojaría un balance superficial y conduciría al más penoso de los engaños. Porque estamos ante un texto complejo galvanizado por una poderosa cosmogonía, una confesión coral que fluye bajo el signo de la contradicción —»la mentira no es exactamente la falsedad; es lo que queda de la verdad»—, que nos traslada unas personales señas de identidad marcadas por la perplejidad y el desencanto: «mi memoria es maldita y amarilla como un río sumido desde hace muchos años».

A este respecto, no es inútil reiterar hasta qué punto Gamoneda se sitúa con Descripción de la mentira en una corriente de la poesía contemporánea opuesta a las prácticas poéticas habituales —sin excepción que haya fijado antecedentes o arrope con su compañía— en la lírica española de nuestra época. Es la suya una poesía discursiva que articula las compulsiones del corazón con la sabia cadencia de una prosodia solemne, un canto total surgido de los rescoldos hirvientes de la memoria. Nos encontramos ante un notable y riguroso esfuerzo de lenguaje, que extrae de las palabras resonancias esterilizadas por el empleo ordinario: voces costumbristas que adquieren una poderosa capacidad connotativa, virtuales portavoces del ámbito sensual de la experiencia recreada; voces conceptuales que en este contexto ganan nueva significación y nombran situaciones-límite, una precariedad material y espiritual rayana con las fronteras de lo soportable. Este doble nivel lingüístico levanta una respuesta, otra ante la menesterosa realidad de nuestra posguerra, un alegato cuyo argumento más implacable reside en las infinitas virtualidades del lenguaje que transporta los resuellos de la historia. Indudablemente, uno de los atractivos fundamentales del libro radica en la propia contextura del verso, especie de versículo bíblico cuya amplitud en ningún momento da paso a la debilidad prosaica, antes al contrario, permite una depurada elección de cada palabra con cabida para terminologías insólitas que arrojan una mixtura deslumbrante de destellos conceptuales y sensuales.

Por último, y como conclusión, la creación de un auténtico lenguaje poético propio del mundo que describe, se alza como el hallazgo supremo de Descripción de la mentira. Por una parte, en sí mismo, en lo que tiene de gratificación estética para el lector. Por otra, porque confiere a la visión del mundo de este autor una dimensión única y original, nunca confundible y menos intercambiable con las jergas poéticas al uso. Con ello, el poeta consigue que lo que nace como expresión de una sensibilidad individual se alce en reflejo de toda una época, de creación personal en respuesta colectiva, de justificación íntima en reparación comunitaria.

Solo la desnuda invitación a la lectura o, en su defecto, el metódico careo verso a verso, poema por poema, podría erguirse como respuesta satisfactoria a un texto tal. Cualquier otra reacción a medio camino entre el rigor y la pasión, como es el caso, amenaza con dejar al descubierto un patético desajuste entre la música de los versos y los espesos daguerrotipos del crítico, entre mi jerga pericial y suasoria y la solemne y altiva prosodia del poeta. Cada uno puede lo que hace. Que Cernuda y usted sean indulgentes.

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* Descripción de la mentira. Antonio Gamoneda. Colección Provincia. León [1977], 79 páginas.

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